Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO
Al término de este año marcado por los escándalos, denuncias, crisis y emergencias de todo tipo, las Isapres hacen lo suyo para pasar a encabezar el escalafón de calamidades 2024 luego de quedar al descubierto sus afanes de abuso masivo contra sus 700 mil sorprendidos afiliados.
Estas lucrativas empresas están en el ojo del huracán y cuestionadas por la opinión pública por la devolución de dineros adeudados a sus usuarios de acuerdo a la ley corta en mayo pasado por el Congreso para dar viabilidad al polémico sistema, en el cual no están todos porque hay que disponer de algunas monedas para los pagos y continuos reajustes de los planes de salud.
Las Isapres nunca abrieron la boca cuando recibieron abultadas sumas de más por la llamada tabla de factores, traducida en cobros excesivos, pero por resolución judicial deben proceder ahora a su reintegro y anuncian que lo harán en cómodas y pequeñísimas cuotas mensuales en un plazo de 13 años cuando por edad seguramente gran parte de sus afiliados ya no van a estar: es un asalto a plena luz del día.
Lo hacen sin tapujos ni complejo alguno, porque tienen claro que en Chile la oligarquía – donde están sus propietarios – es intocable, hace lo que quiere de acuerdo a sus intereses, atropella a quien se le ponga por el camino y promueve a una casta política anquilosada que legisla invariablemente en su favor.
Tales empresas fueron creadas por la dictadura no para prestar servicios sino que para acrecentar la fortuna y el patrimonio de grandes intereses privados de acaudalados empresarios que vieron aquí la oportunidad de otro lucrativo negocio. Junto con las AFP simbolizan lo que fue el interminable periodo del régimen militar, siempre en guerra contra el pueblo.
Una multitud de chilenos cuyo único patrimonio es la dignidad pierden todos los días ante los dueños del dinero que durante la tiranía estructuraron una institucionalidad plagada de injusticias y desigualdades. Inexplicablemente esas condiciones se mantienen hasta ahora y permiten la existencia de instituciones y empresas que se aprovechan de la ingenuidad de muchos.
Derechos sociales tan sensibles como la salud y la previsión en manos de inversionistas privados es una adversidad que el pueblo no puede admitir, porque aquí hay verdaderas máquinas tragamonedas cuya única finalidad es el lucro. Sin embargo, al cabo de más de 30 años de democracia frágil y sumisa, lo que para algunos constituye un fructífero negocio no tiene indicios de terminar.
Ese negocio está a conveniente resguardo y no considera desprenderse de un solo peso aunque éste haya sido conseguido de manera engañosa. Así lo han determinado los poderosos grupos económicos que lo controlan, que muy luego encontraron la fórmula de evadir la resolución judicial que era aguardada con expectación por quienes no repararon que estaban tratando con uno de los tantos enclaves del pinochetismo experto en pillaje.
El reintegro, a partir de diciembre, ha sido un balde de agua fría para los reclamantes. La devolución no se hará de una sola vez, como se esperaba sino en más de una década a través de insignificantes mensualidades que en muchos casos no llegan a los mil pesos, esto es, quienes vayan en busca de esa moneda gastarán cada mes y por largos años mucho más solo en locomoción.
Esto no es más que una vergüenza calificada como una burla cruel o una broma de mal gusto en la cara de los presuntos favorecidos. Se trata de un agravio propio del que tiene la sarten por el mango lo que en el fondo es una conducta incorrecta propia de una empresa nacida durante el terrorismo de Estado.
Para un sistema que pretende ser de “seguridad social”, lo ocurrido provoca malestar e indignación. No hay buena fe, porque aquí se está produciendo un ejercicio abusivo de una facultad otorgada por ley. De la ley y de la ciudadanía, las Isapres se ríen con cinismo.
Ahora los políticos se recriminan mutuamente. Algunos responsabilizan a la Superintendencia de Salud y otros se quieren sacar la culpa mediante una norma interpretativa que permita corregir esta situación, lo que sin duda llevará tiempo. Lo concreto es que la restitución del dinero no se ha producido.
Desde las redes sociales se critica a la clase política, que puso a salvo a este inescrupuloso negocio. Ahora en interminables y cómodas 156 cuotas reintegrarán a los usuarios lo que les rapiñaron de una vez.
Un talentoso escritor chileno (Baradit) apuntó: “Escucho que una Isapre pagará su deuda completa en enero y que solo un par corría peligro de quiebra. Esto es igual a Pinochet parándose de la silla de ruedas en Pudahuel. Una burla en la cara del país”.
La respuesta de las Isapres a la gente es un escándalo nacional: devolverán una bicoca cada mes a lo largo de largos años. Es un sistema abusivo, símbolo del pinochetismo que debe terminar a breve plazo.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
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