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ELECCIONES: ¿ENTRE EL PURÉ Y EL ARROZ GRANEADO?

Autor: RICARDO CANDIA CARES


Solo por la falta de decisión y huevos de los dirigentes de los movimientos sociales, las siguientes elecciones les ofrecerán a los dueños de todo reiniciarse cuando ya estaban en la lona.

¿Dónde quedaron los millones del NO +AFP? ¿Dónde está la fuerza de las mujeres que desfilan, bravas y decididas? ¿Qué fue de los aguerridos estudiantes que abrieron la ventana para que entrara el aire fresco de la rebelión? ¿Dónde están nuestros queridos artistas y sus punzantes obras y nuestros lúcidos intelectuales con sus ideas de avanzada?

Lo que sí se sabe con certeza, es dónde y cómo está la gente que puso el pecho, el corazón, los ojos y toda su rabia y desencanto en eso que dejó acorralada a la clase dominante: rumiando la decepción, sufriendo el abandono, resistiendo la represión y con la esperanza puesta en algo inasible y de contornos indefinido que debe andar por ahí.

Lo que también sabemos, y se demuestra a cada minuto con solo ver las noticias, es que los poderosos que estuvieron al borde del ataque de nervios ven, alborozados e incrédulos, como se les entrega en bandeja la posibilidad de rearmarse.

La danza de egolatrías y de bastardos intereses personales y/o partidistas, no han dejado espacio para la expresión de la gente abusada. Solo en señalados lugares la decisión de los mejores candidatos fue preguntando al pueblo.

En la asfixiante mayoría de los casos, los candidatos a todos lo que venga han sido definidos entre cuatro paredes y un cielo raso, cuando no enfrente de un espejo, en la soledad de su egocentrismo.

De la gente se acordarán solo al momento de entregarles la cartilla con las ofertas impresas en papel cuché y cuando tiene que ir a votar. Luego, si te he visto, ni me acuerdo.

Estamos enfrentados a un hecho histórico: esos dirigentes que no se la pudieron, desaprovecharon quizás la mejor de las opciones para avanzar precisamente en eso que cacarean a diario.

Quizás el momento de la mayor debilidad del sistema, acorralados, desarmados de argumentos, encabezados por un pobre millonario torpe, sin un plan de salida que no haya sido la represión, encontró a las organizaciones sociales mirándose al espejo. Más bien a sus dirigentes.

No se va a entender nunca las razones, de haberlas, para no haber aprovechado el momento en que el sistema se hundía. Cuando se escriba la historia fidedigna de la noche del 15 de noviembre habrá que saber qué hacían en ese momento los dirigentes sociales más encopetados, por qué no llamaron a rodear el palacio al momento en que se firmaba el traidor acuerdo que buscaba salvarles el pellejo y todo lo demás, por qué no se pusieron a la cabeza de la extendida rebelión.

Y por qué ahora sí, asumen la vibración de octubre para sus candidaturas a lo que sea.

Aquellos que levantan el puño, lucen pañuelos de colores en el cuello, se filman en la plaza pacificada, hablan de justicia y reformas, ponen música rebelde y ofrecen este mundo y el otro, jamás serán capaces de nada trascendente si cuando pudieron hacerlo, se negaron.

Proponerse como representantes del pueblo exige valor y valores.

Este es un tiempo en que se desdibujó la izquierda y su ideario histórico de pan, trabajo, justicia y libertad. O, si se quiere, libertad, igualdad y fraternidad.

Solo las elecciones, como herramienta de lucha, con el pueblo movilizado detrás de una idea seductora y de dirigentes y candidatos genuinos, cambiaran el aparentemente inmodificable modelo en el que vivimos.

La derrota con la que izquierda colaboró entusiasta en el año 90 tuvo el rasgo estratégico que previó Jaime Guzmán. A esa parte de la exizquierda, esa que luego mutó hacia la derecha sin vergüenza, le fue cómodo el espacio que se abría. Sin decirlo, encontraban razonable lo hecho por la dictadura, descontado los excesos poco decentes. Recordemos que en lo que respecta a justicia, verdad y reparación, negociaron sin pudor que se investigaran solo tres de los llamados casos emblemáticos.

El resto, que se jodiera.

La exConcertación y la derecha han encontrado en la falta de valer de la izquierda contemporánea, un espacio para rearmarse luego de estar en la sentina de la historia. Estas elecciones están pensadas en el formato en que les acomoda en el cual la mentira, la manipulación y la falsa esperanza son los argumentos recurrentes. Súmese en este escenario a la gente desmovilizada.

Así, se ha perdido una oportunidad quizás irrepetible.

Quienes pudieron hacer algo más que autoerigirse como candidatos achicaron la no muy variada oferta eleccionaria: puedes optar cómo te van a servir, si con arroz graneado o con puré.




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