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ENTRE CONVERSOS Y CARROÑEROS

Autor: RICARDO CANDIA CARES


El drama de una joven carabinera que no merecía ser asesinada es aprovechada de la manera más inmoral para alimentar la desvergüenza de los carroñeros ultraderechista y los oportunistas dizque progresistas que utilizan su martirio con mezquinos fines políticos.

Y aun cuando no se trate de defender al gobierno, resulta justo decir que el actual estado de la delincuencia es un legado que viene gestándose desde que se decidió que habría justicia solo en la medida de lo posible, una de cuyas aristas fue no despojar a las policías y fuerzas armadas de la herencia de la dictadura, doctrina que siguieron a pie juntillas todos los gobiernos sucesivos.

Para que exista este nivel, tipo y profundidad de delincuencia es necesario que haya una cultura que la adopte, justifique y procree. Y una policía que no haga su trabajo.

Este es un país en el que mandan delincuentes de cuello, corbata y fuero, ¿deberíamos asombramos de la existencia de esa otra delincuencia?

La debilitación del Estado por parte de la filosofía neoliberal ha traído consigo la anemia de las instituciones que deberían regular la vida en sociedad. Para decir las cosas como son, las Fuerzas Armadas y Carabineros se acostumbraron a combatir a gente desarmada.

Es curioso que en donde sí hay protocolos, medios y apoyos transversales es cuando se reprime a los revoltosos que salen a las calles a exigir mejores condiciones de vida. Pero cuando una banda de forajidos se toma una población, ahí no hay siquiera ganas de hacer algo.

En América Latina las fuerzas armadas y las policías que sustentaron feroces dictaduras y que cometieron salvajes asesinatos muchos de ellos hasta ahora no aclarados, siguen siendo formadas a partir de la doctrina para la cual el peligro real lo representa un dirigente sindical rojo y protestón.

Para nuestra policía el enemigo es aquel comunista que intenta cambiar el mundo de fases saliendo a las calles con un cartelito.

La delincuencia sabe lo que sabemos todos: a la policía no le interesa meterse en problemas. Y justifica su inacción con argumentos discutibles, debiluchos, faltos de sustento: falta de medios adecuados, de apoyo político, de leyes que los protejan, de equipos modernos, etc.

Nada se dice, sin embargo, de la corrupción generalizada que ha carcomido a la institución policial. Y curiosamente no se vincula la falta de medios, instrucción, modernización y estándares contemporáneos, con los dineros robados que bien pudieron haber sido ocupados en aquello que se reclama.

¿Recuerda usted el Pacogate, caso en el que hay centenares de Carabineros acusados de llevarse para sus casas miles de millones de pesos de la institución? ¿Recuerda que todos los exdirectores de Carabineros están acusados de malversaciones?

La derecha carroñera se alboroza cuando aparece un cadáver en medio de la tiradera. Dirán su rezo fabricado para el efecto: a las policías no se les da apoyo, no tiene equipos, sus armas no sirven, el Carabinero tiene miedo de usar su arma, si dispara será enjuiciados, tienen más derechos los delincuentes, los derechos humanos son una traba, etc.

Y esas aseveraciones inexactas luego son repetidas por la gente que cree, lamentablemente la mayoría del censo, hasta pasar a ser verdades indiscutibles.

Pero si se trata de armas modernas y efectivas, las tropas destinadas a la represión en el territorio mapuche lucen equipos tácticos de última generación, carabinas modernas, abundante munición y vehículos blindados.

¿Contra el mapuche sí, contra el narcotráfico, no?

Ahora viene la ofensiva legislativa aprovechando la debilidad de un gobierno y un oficialismo atrapados en sus indefiniciones y sobre todo sus miedos que los hace negar todo aquello que dijeron y solo les falta jurar a la bandera.

No pasará inadvertido que para el día en que se conmemora el degollamiento de tres personas a manos de Carabineros, el presidente Boric haya ido de visita a una escuela de esa institución.

Si se trata de señales, hay que decir que esas llegan a un lado y también al otro.

Luego, en ese ambiente de renunciamientos, temores, cobardías y errores, los políticos instalan la idea de que una serie de leyes harían de los funcionarios policiales seres invulnerables a los tiros. Y se asume que mediante esa legislación ya ningún delincuente va a matar a un policía.

Falso. Ninguna ley va a detener jamás al delincuente con la decisión de delinquir. Si hay a quienes no les interesan ni atemorizan las leyes son precisamente a los delincuentes.

Tampoco detendrá nada Boric patrullando la ciudad, acción que intenta superar la cobertura mediática de Carter demoliendo mediaguas.

Como en todas lo demás, el sistema solo se encarga de enfrentar el síntoma dejando en el olvido más irresponsable el origen, las causas, el asiento cultural desde el cual se origina la delincuencia que asola el país.

En breve, para combatir la pobreza saldrán a matar a los pobres.

La crisis de un modelo asentado sobre la base del egoísmo, la riqueza fácil, la ausencia de una idea de país en el que quepamos todos, el abandono de propuestas con sentido humano, la demolición paulatina, pero sin pausa de valores democráticos, la morbosa diferencia entre el rico muy rico y el pobre muy pobre, las instituciones debilitadas por la corrupción, y por sobre todo la inexistencia de políticos honestos, consecuentes y decentes, nos puede llevar por el camino peligroso del nunca más volver.

La guinda de la torta: se impulsa con entusiasmo una ley de gatillo fácil de la que no hay que esperar sino más desgracias.

No va por ahí la cosa.




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