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INOPORTUNA GALA DE VANIDADES EN VIÑA

Autor: HUGO ALCAYAGA B.


Viña del Mar parece querer consolidarse este verano como emblema simbólico de la sociedad chilena: no presta la atención debida a las impresentables lacras sociales que derivan del sistema imperante, a la vez que se juega por entero por el Festival Internacional de la Canción, gala incluida, eventos que por su frivolidad pudieran haber sido suspendidos por otro año en razón de la inédita crisis socioeconómica que se vive hoy.

Las cifras oficiales y no oficiales dan cuenta de que se trata de la comuna con el mayor número de miserables y olvidados campamentos de tránsito a lo largo del territorio nacional – en Chile subsisten 72 mil familias en estos “asentamientos irregulares” – en tanto el certamen de la Quinta Vergara significa la destinación de cuantiosos recursos para los artistas contratados, en especial los extranjeros, a los cuales se paga con una generosidad digna de una mejor causa.

Contrariamente a lo que pudiera esperarse la llamada ciudad jardín hace lo posible por dar la razón a los organismos internacionales que ubican a Chile entre los países más desiguales del mundo en materia de ingresos, oportunidades, bienestar y calidad de vida, lo que está instalado como un menosprecio que apabulla a los nacidos en la pobreza o han sido empobrecidos por el modelo neoliberal que todavía se aplica en lugar de una democracia plena.

En febrero en curso Viña del Mar – epicentro estival para turistas y visitantes por sus playas y su encanto, además de su Casino de juegos y su hipódromo, siempre concurridos – mostrará otra vez las dos caras antagónicas que le caracterizan, que son un reflejo del sistema de inequidades y desequilibrios del cual las mayorías democráticas no consiguen desprenderse pese a sus afanes.

Por estos días unos se aprontan despreocupadamente a divertirse, bailar, reír y gozar con la nueva versión festivalera, cuya realización va contra lo que indica el sentido común y la voluntad popular. Este era el momento menos oportuno para llevarla a cabo, porque las urgencias y las necesidades sociales de gran parte de la población son muchas y requieren una pronta y efectiva solución por sobre instancias prescindibles.

Hoy la pandemia todavía no se ha ido y todos los días se sabe de víctimas fatales y de nuevos contagiados, sus nefastas consecuencias persisten, la inflación anticipa días más duros que los del año pasado, hay anuncios de recesión económica, no se crean empleos formales y los salarios están congelados. Van en aumento el endeudamiento generalizado, las carencias y la miseria de un porcentaje mayoritario de compatriotas que no salen de la incertidumbre.

Más inexplicable aún es que los canales de televisión que transmiten el espectáculo (TVN y 13) hayan incluido la denominada gala festivalera, que ya antes ha provocado polémicas. En esta ocasión llevará el nombre de “noche cero” y será al aire libre, en la plaza Colombia pero consistirá en lo de siempre: un desfile por una alfombra roja de los “rostros” de la pantalla chica ataviados con lujo chocante, costosas vestimentas y joyas de elevado valor, solo para recibir los aplausos del público asistente.

Buscando cercanía con la gente, esta vez la gala ha sido revestida con un sentido que pretende ser ecológico. Está asegurada la participación de más de medio centenar de personajes, hombres y mujeres – no hay actores ni actrices profesionales, solo rostros de espacios de farándula – famosillos orgullosos de haber sido invitados y con la certeza arrogante de que a su paso los que miran les rendirán la pleitesía que es en definitiva el objetivo único.

Se trata en realidad de una farsa de vanidades tan inoportuna como innecesaria que se efectuará en medio de la angustia de innumerables chilenos pobres y sus familias, gran parte de ellos cesantes, que sin cámaras ni luces están pasando hambre. Paralelamente, hay figuras televisivas femeninas que pasan por deprimentes momentos porque no les alcanzará el tiempo para el diseño y confección de sus elegantes y onerosos vestidos de moda con que esperan superar a otras participantes.

Tanto boato y tanta pompa van más allá de un festín farandulero. Aquí se advierte un agravio insensato para mucha gente desposeída que lo está pasando mal, a la que se sigue postergando pese a la crisis y que por ahora no dispone de una organización popular que reclame y haga valer sus derechos a la no discriminación y abusos hacia el mundo desprotegido.

En estos tiempos difíciles en que las mayorías no ganan millones por aparecer un rato en pantalla, programar una gala como si todo estuviera normal está lejos de ser una medida atinada. Es una farsa inaceptable en un país que se limita a sobresalir por sus desigualdades y en el que a diario se sabe de más víctimas del covid, de la inflación, del desempleo y la pobreza.

Cuesta creer que la ostentación de lujos y el derroche de opulencias tenga lugar no lejos de los cerros viñamarinos, donde miles de familias comparten sus penas sin necesidad de pisar una alfombra roja o de otro color. También sin holguras ni servicios básicos, ni calles pavimentadas ni oportunidades para salir de allí, en brutal contraste con lo que se vive en el centro donde los sectores pudientes disfrutan de las bondades de la ciudad jardín.

Según el último catastro de los 1.091 campamentos de tránsito que hay en el país 255 están en la Quinta Región Valparaíso, de los cuales cerca del 40% corresponde a Viña del Mar. En todos estos casos ha habido tomas de terrenos fiscales y particulares por parte de pobladores sin casa que habitan en posesión irregular de un terreno ajeno y que aunque han permanecido allí durante años no han tenido ayuda concreta de ninguna parte.

Los chilenos abandonados que se encuentran en campamentos y solo reciben el desprecio del modelo vigente no se merecen el despliegue de soberbia y magnificencia que se anuncia. Lo que hay que dar a estos compatriotas en desgracia es atención y solidaridad para que puedan acceder a una vivienda adecuada en tiempo prudente, con agua potable y alcantarillado, contando con un ambiente propicio y en un lugar llamado Dignidad.

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso




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