Autor: JULIO CARRANZA VALDES
Académico cubano, doctor en Ciencias Económicas
Dentro de la complejidad de la situación actual está el que es seguramente el asunto más estratégico de todos, las relaciones del futuro de la revolución y el socialismo con las nuevas generaciones.
Las actuales generaciones de jóvenes en Cuba, diversas y complejas, como siempre fue la juventud, han crecido en medio de una época difícil, confusa e incierta. Me refiero fundamentalmente a dos generaciones, las que crecieron en los 90s y las que crecieron en los 2000s
A partir del año 1989 comienza la caída de los gobiernos socialistas en Europa Oriental, incluida la Unión Soviética que además se desintegró en un santiamén. La onda expansiva sobre Cuba no sólo fue económica, fue también política e ideológica. Las certezas del pasado quedaron en el aire, la viabilidad del socialismo, su supuesta superioridad e irreversibilidad quedaron totalmente cuestionadas.
En Cuba la capacidad de la revolución para garantizar el progreso material de la gente fue revertido con la combinación de la fractura de las ventajosas relaciones económicas que había con el campo socialista y con un bloqueo norteamericano que se fortaleció con leyes adicionales como la Torricelli y la Helms Burton. La percepción en aquel momento (ahora lo vuelve e a ser con mayor razón) es que había llegado el tiempo de ahogar y destruir al gobierno revolucionario y socialista de Cuba.
Recordemos aquellos largos días, la crisis económica fue enorme, se decretó un periodo especial, el proceso de desarrollo se paralizó sin haber sido recuperado todavía, 30 años después (aunque aún así, se constituyó y avanzó con éxito un sector estratégico como el de la biotecnología, se amplió la exportación de servicios médicos, etc).
En aquel entonces se tomaron decisiones para tratar de que los inmensos impactos materiales fueran compartidos de la manera más equitativa posible, lo cual se logró en los primeros momentos, pero luego con los inevitables desequilibrios monetarios, el mercado negro y la inflación emergieron las consecuentes diferencias entre sectores de la población, también efecto de medidas tomadas para salir de la crisis.
El acceso o no a divisas (un dólar que llegó a cotizarse a 120 pesos) comenzó a hacer la diferencia. La necesidad de desarrollar aceleradamente el turismo (industria del placer) para compensar los tremendos deficits en la disposición de las imprescindibles divisas, en medio de una situación social y económica tan difícil, un turismo de enclaves férreos en aquella época, añadió un fuerte impacto adicional en las mentes de los adolescentes que entonces crecían.
Observaban que sus padres, que habían vivido una época de igualdades, donde la épica y la mística eran diferentes, obtener un título universitario era, además de muy posible, la aspiración suprema para reforzar la autoestima y el orgullo personal, además de la vía a condiciones de retribución y bienestar mayores, ahora asumían una vida de carencias y limitaciones, por calificados y/o buenos trabajadores que fueran.
En estas condiciones, la calificación y el trabajo en general, el calificado y el no calificado, eran reconocidos con un salario desconectado totalmente del posible acceso a bienes materiales (muy escasos, aunque muy baratos, en el mercado oficial que había quedado racionado y relativamente abundantes en el mercado negro pero a precios inalcanzables para el trabajador común. Las tiendas en divisas, ya establecidas entonces, vendían en una moneda diferente y desproporcionadamente cara)
Conseguir divisas era la vía para acceder al consumo mayor. Esto desató las más diversas y rocambolescas formas de obtener estas monedas, algunas legales y otras muchas ilegales o marginales, (incluidas diferentes formas de prostitution, fenómeno que había quedado prácticamente superado durante las primeras décadas de la revolución), además elevó la importancia de las remesas familiares que generosamente llegaban del exterior, pero casi ninguna se esas formas estaban asociadas a la cantidad y la calidad del trabajo. Esto agravado por las infinitas restricciones para el desarrollo de la iniciativa individual que colocaba en la ilegalidad a actividades y personas que no tienen por qué estar en esa franja.
O sea, en una sociedad de trabajadores, donde los resultados de su trabajo era supuestamente el principal mérito ciudadano, el trabajo quedaba en la práctica notablemente degradado y con él su significación moral.
Era frecuente entonces el abandono de los estudios universitarios por muchos jóvenes buscando otras vías para su bienestar y progreso (aspiración totalmente auténtica, además de lógica). La vías apreciadas eran en muchos casos o determinadas actividades marginales o la migración a otras geografías, fundamentalmente al sur de La Florida, el “exilio dorado”, donde habían familiares, amigos y conocidos y donde, como es lógico en un país de ese desarrollo, las oportunidades económicas son mayores, con el consecuente impacto subjetivo.
Bajo esas circunstancias crecieron los jóvenes de entonces, el impacto en el imaginario social fue tremendo, obviamente no generalizo, pero fue extendido, tanto en las capas medias como en los sectores más humildes, cada cual desde su perspectiva.
Había factores de compensación entonces, el enorme liderazgo de Fidel Castro, participante directo de cada acontecimiento y una política social alternativa de notable impacto, trabajadores sociales, planes especiales, expansión de actividades culturales a nivel comunitario, nuevas oportunidades de estudios, elevación suprema de la defensa de la nación y de lo nacional en importantes y legítimas campañas como el rescate del niño Elian, etc. Toda esta dinámica coexistía y contrarrestaba en gran medida la paralela enajenación de valores y conductas debido a las causas ya explicadas.
A comienzos de los 2000s la situación política del continente comenzó a cambiar notablemente con el acceso al gobierno de fuerzas políticas de izquierda en varios países de la región, sobre todo en Venezuela, Ecuador y Brasil, pero también en Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y Nicaragua. Hasta llegó a escucharse por primera vez en una sala de reuniones de la OEA la defensa a Cuba.
Con esto apareció un nuevo espacio de reinserción económica, se creó el ALBA y otras iniciativas a la vez que se descarrilaba la propuesta norteamericana del ALCA.
Se estableció la Asociación de Estados Latinoamericanos y Caribeños donde se aprueba el acuerdo de la región como zona de paz, etc.
Al evaluar todo ese periodo en Cuba, se puede adelantar una consideración de aciertos y errores. Sin dudas el primer logro fue sostener el gobierno revolucionario y la soberanía nacional en tan difíciles circunstancias y bajo una agresión feroz, el fuerte liderazgo, las políticas sociales, las campañas nacionales, etc lo hicieron posible a pesar de las tremendas dificultades.
El mayor error, en mi modesta y franca opinión, fue no haber comenzado y avanzado integralmente una reforma del modelo económico como continuidad de las medidas de apertura que se hicieron a finales de 1993 (despenalización de la tenencia y circulación de divisas, creación se las UBPC en la agricultura, la legalización del trabajo por cuenta propia, etc).
Es obvio que aquellas medidas respondieron más a una reacción necesaria ante la crisis que a la convicción de que el viejo modelo económico, a semejanza del de los viejos países socialistas, estaba agotado en la nuevas condiciones.
En un principio, las medidas de finales de la primera mitad de los 90s, presumían una futura y rápida estrategia de reforma económica, sin embargo hubo un largo frenazo y este ha tenido consecuencias.
La percepción del favorable cambio en el contexto latinoamericano de principios de la primera década del siglo XXI y la relativa recuperación de la economía, reforzó la idea de un regreso a las viejas formas, incluidas las que correspondieron al llamado Proceso de Rectificación de la segunda mitad de los 80s, cuyas concepciones no correspondían a la reforma económica que, en mi opinión, debía y debe ser (sobre las propuestas de contenidos de la reforma nos hemos extendidos en diferentes textos desde 1995 a la fecha)
La Batalla de Ideas, como se nombró a ese nuevo periodo que comienza en el último año del siglo pasado, reconectaba con aquel Proceso y aunque sin dudas tenía una dimensión muy positiva desde el punto de vista político, ideológico y movilizativo, incluidas parte de sus políticas sociales, también regresaba formas de gestión económica inoperantes y de limitaciones.
Aquella adolescencia, ahora 10 años mayor, continuó viviendo esa experiencia, entre el entusiasmo y la decepción, movilizada por algunas decisiones de apertura y algunas importantes causas nacionales y a la vez decepcionada por la inestabilidad de las decisiones, lo incompleto de cualquier medida de apertura, la excesiva burocracia y la insuficiente existencia de espacios para expresarse totalmente, etc.
En este contexto, según avanzaban los años, las redes sociales poco a poco fueron adueñándose del espacio virtual, con todo lo bueno (que es mucho) y todo lo malo y perverso (que también es mucho) que ellas traen, todo mezclado sobre un receptor abierto a las más diversas influencias y en no pocos casos con una limitada capacidad de discernimiento y en medio de una situación de carencias.
Para finales de la primera década y principios de la segunda del siglo comenzó a avanzar una mayor conciencia acerca de la necesidad de cambios, el emblemático y en algunos puntos críptico mensaje político de Fidel Castro en sus últimos años, le dio respaldo político a proclamar la necesidad de cambios “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, dejó el espacio a determinar con certeza qué debe ser cambiado?, a lo cual debería seguir, al menos, el más amplio debate de todos, los límites para mi son claros, el proyecto de nación (soberanía nacional, justicia social y desarrollo económico y democrático) todo lo demás es discutible, incluido sectores opositores que no favorezcan la intervención extranjera, ni el apoyo al bloqueo, porque ambas cosas son demasiado criminal y apostatas como para ser consideradas en cualquier débete auténtico y serio sobre el futuro de Cuba. Todo lo demás es parte de la discusión, sea socialista o no.
Documentos muy avanzados para el contexto como Los Lineamientos (2011) La Conceptualización (2016) y la Nueva Constitución (2019), sumado a otras medidas tomadas tempranamente por la presidencia del General Raul Castro, abrieron nuevas expectativas y avenidas para las transformaciones necesarias. El cambio de política de la administración de Barack Obama se colocó en ese contexto y reforzó las expectativas (en mi opinión insuficientemente aprovechadas).
Luego la funesta administración de Donald Trump cerró ese breve capítulo en la mejoría de relaciones y alentó a lo interno nuevas resistencias burocráticas a los cambios, además de que radicalizó de manera escandalosa, irracional y muy agresiva a los sectores extremos (que son amplios) de emigrados cubanos en EEUU.
El proceso de cambios en el modelo económico, ahora parte de documentos oficiales y no sólo de textos académicos, se volvió a hacer lento y desarticulado durante toda la segunda década del siglo, esto afectó a la economía, pero también frustró las expectativas sobre todo de los jóvenes, los que venían de los 90s y los que crecían en los 2000s, todos ya en edad política.
Los motivos de estos frenazos en un proceso que debió haber sido continuo y dinámico nunca han quedado suficientemente claros. El incumplimientos de acuerdos tomados en un congreso del partido, analizados en el siguiente han sido objeto de diversas críticas, así durante más de 10 años, pero el problema no ha sido suficientemente superado.
Regresando al motivo fundamental de este texto: la juventud, digo qué hay que considerar y comprender su evolución y sus diversos pronunciamientos en este contexto difícil, en medio de estas tensiones y estas influencias.
Una economía que, por las razones que sean, incluido el bloqueo genocida y ahora el impacto de la pandemia, así como las insuficiencias y la parálisis internas, no da respuesta suficiente ni a sus necesidades de empleo, ni a sus necesidades de consumo, ni a sus necesidades de inclusión. Tampoco el sistema político le da un suficiente espacio de representación y participación real, menos una razonable y necesaria autonomía en el manejo de sus propias organizaciones y espacios. Una parte de ella viviendo en barrios, que si bien tienen acceso a la educación, a la salud, etc, están llenos de problemas sin resolver, viviendas precarias, mal tratamiento de residuos y aguas, convivencia con sectores marginales, necesidades diversas, etc.
También sumar ciertas señales de conductas que vienen de sectores relacionados con prestigiosas familias históricas o con responsabilidades de gobierno que no siempre son las mejores. Quiérase o no a estos cabe cierta responsabilidad porque debido a lo que simbolizan sus acciones tienen impactos y referencias.
La conducta ética de los cuadros y sus círculos cercanos a todos los niveles es un principio que la revolución promovió siempre, cuando falta hay un efecto de demostración negativo sobre los jóvenes que muchas veces lo usan como argumento para señalar faltas de coherencia entre el discurso y la práctica pública.
Habría que añadir, sin que pueda yo precisar más al respecto, fallas en el sistema educativo, no en su cobertura que es total y democrática, un logro fundamental de la revolución, sino en su calidad, algo más difícil aún, con qué profundidad están aprendiendo la historia, qué valores se están estableciendo bien y sólidamente en la mente de los estudiantes, qué capacidad para pensar críticamente y con capacidad de discernimiento, lo cual es hoy fundamental, se está en un mundo lleno de imágenes y mensajes a través de las redes que los transportan a una vivencia virtual falsa pero promisoria y fantástica, que contrasta con su realidad presencial llena de dificultades e insatisfacciones.
Seguramente la deserción de maestros debido a las limitaciones y el deterioro del salario (algo que se trata de resolver) han tenido un peso en este problema.
Por supuesto, insisto, que el bloqueo tiene una gran responsabilidad en esas insatisfacciones materiales, es más, su objetivo es reforzarlas y hacerlas evidentes, convertirlas en causa de crisis y rupturas políticas, como ha quedado demostrado en los acontecimientos recientes, pero es lo que hay y parece que no cambiará pronto.
No digo de ninguna manera que estos impactos sean así en toda la juventud, pero sin dudas sí en una parte de ella, dentro y fuera del país, no tengo datos para aventurar las proporciones, pero ahí están las evidencias de esas conductas y esos conceptos.
He expresado en varios textos que las condiciones actuales para Cuba y para el socialismo no pueden ser más difíciles (ver, por ejemplo, mi texto Cuba y sus circunstancias), pero esas son las qué hay que enfrentar ya no solo para sostener una alternativa socialista en Cuba, también para mantener el proyecto nacional, amenazado desde fuera y en alguna medida también desde dentro como han demostrado hechos reciente. Nunca se había visto una solicitud tan clara y diversa de intervención militar en Cuba (por minoritaria que sea) sin que esta haya desatado una avalancha de espontáneas condenas dentro y fuera de la isla. De todo, eso es de lo más preocupante.
Cómo imponer la racionalidad, la verdad y la cultura en un mundo de imágenes falsas, de “verdades” alternativas, de falta de valores ético y de ignorancia sobre la historia y la realidad mundial. Donald Trump se fue, quizás sólo temporalmente, pero dejó un fantasma recorriendo los espacios, proclamando y haciendo aceptable uno de sus principios “nunca aceptes una verdad que te afecte, inventa otra que te favorezca”, y el que miente no siempre es rechazado (ya no por razones políticas, sino éticas, lo que es peor) muchas veces es aceptado acríticamente, parece cierto aquello de que en tiempos de crisis los vicios se convierten en virtud.
La batalla por restituir el consenso de la juventud es en primer lugar con su propia participación, una responsabilidad de ellos mismos, en definitiva es su futuro el que se construye.
Pero deben tener conciencia de que no sólo es de ellos, nadie es dueño absoluto del tiempo, después vendrán sus propios hijos y nietos, etc. Cómo se ha dicho, el mundo no es algo que hemos recibido en herencia de nuestros padres, sino algo que hemos tomado prestado de nuestros hijos. Nosotros de los nuestros, ellos de los de ellos, o sea que tienen una responsabilidad histórica y deben tomarla en sus manos, ojalá que con las herramientas adecuadas, la educación, la cultura, el conocimiento, la capacidad crítica, el liderazgo y el compromiso. Persiguiendo el legítimo progreso material, pero con valores éticos, sentido de la nación y capacidad crítica.
Corresponde, creo yo, a las actuales generaciones de dirigentes, con una alta responsabilidad en la toma de decisiones, abrir todos los espacios a este proceso que deben vivir las nuevas generaciones, poco importa si provienen de sectores artísticos, intelectuales, emprendedores u obreros, incluso marginales, estén dentro o fuera del país, todos los que puedan aportar al proyecto de nación.
En mi opinión es una responsabilidad de la política discernir con precisión, no toda expresión o conducta crítica es aliada del proyecto antinacional o proimperialista, aunque también haya mucho de eso. Existe mucho cuestionamiento y reclamos legítimos, algunos seguramente con razón otros no, pero legítimos. Por ejemplo, creo que había una diferencia esencial entre el espectáculo de San Isidro y la protesta del 27 de Noviembre, más diversa, más amplia, más razonable, aunque hubiera de todo y aunque lo primero trató de hegemonizar a lo segundo, pero mucho rescatable, esas diferencias no se trataron adecuadamente, a pesar de un primer esfuerzo de diálogo, se presentó un pliego de demandas que no representaban a todos y que no pudo ser aceptado, lo cual dio lugar a una tensión que las autoridades no lograron superar para conducir a un diálogo más amplio más amplio y constructivo, finalmente se ocluyó ese camino. También hubo consecuencias.Sin inclusión no hay reconstrucción del consenso posible.
Una última referencia sobre el tema al que he dedicado siempre mayor tiempo debido a mi propia profesión, la reforma económica. Al menos en mi caso considero, pudiera obviamente estar equivocado, que la necesidad de la reforma no solo es por razones del funcionamiento eficiente de la economía misma, sino también por su capacidad de inclusión, de abrir nuevos horizontes, de que la juventud encuentre espacios legítimos de realización, de desarrollar proyectos, de prosperar económicamente, de echar a andar su imaginación y su creatividad para oxigenar la sociedad, para darle un sentido y contenido a su vida, a partir de su trabajo, su formación y su talento, ya sea en empresas empresas y/o organismos estatales que le abran espacios de realización y ascenso así como en el sector no estatal, cooperativo y privado de pequeñas y medianas empresas
que debe funcionar con dinamismo, energía positiva y suficiente autonomía.
No me refiero ahora a la dimensión épica de la vida, que se expresa en la defensa de la patria y otros valores supremos, en la participación en momentos históricos extraordinarios, me refiero a esa otra dimensión también esencial de la vida que son las aspiraciones y proyectos personales, familiares, de grupo, las del día a día, la de construir algo sin trabas absurdas (los límites ya se saben cuales deben ser y ahí están las leyes y sobretodo la nueva constitución para establecerlos) todo lo demás deben ser libertades y más libertades, diálogo y más diálogo, relevos y mas relevos.
Por ahí, creo yo, anda el camino para reconstruir el consenso en la mayoría de la juventud, sin el cual cualquier victoria terminaría siendo pírrica. Esto sólo es posible dialogando (sin monólogos) e incluyendo, sin populismo ni discursos vacíos, con objetividad y sin ingenuidades, firmeza y flexibilidad. El momento es esencialmente político, en el sentido profundo de ese concepto.
Un proceso como el cubano tiene que hacer un nuevo pacto con cada generación, no se puede trasladar el mismo pacto en términos de expectativas y espacios de una generación a otra. Lo permanente son solo los principios ya aquí citados (soberanía nacional, justicia social y desarrollo económico y democrático) todo lo demás es objeto de debate, de cambio de progreso, de apertura.
La última intervención del Presidente desde la mesa redonda realizada en el Palacio de la Revolución, donde se analizaron los sucesos del 11 de Julio, así como el discurso en la manifestación del 17 de Julio en el Malecón me pareció que van en ese sentido, hubo firmeza ante la agresión pero también autocritica, reconocimiento de errores propios, reconocimiento de la diversidad que se ha expresado en la protesta, tratando de separar unas motivaciones antinacionales y manipuladas de otras legítimas que expresan descontentos auténticos, esto permite suponer una respuesta política a la altura del momento, ojalá así sea.
Seguramente habrá coincidencias y tal vez muchas discrepancias con estos puntos de vista que aquí he expuesto, ya sería útil si solo contribuyeran en algo al debate fecundo sobre este tema medular, es como lo veo, como lo expreso. El desafío es grande pero superable, aunque es claro que no hay todo el tiempo para lograrlo.
17 de julio 2021
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