LOS CAMBIOS NO LLEGARON
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Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO
La denuncia de la senadora independiente Fabiola Campillai coincidió con la última cuenta pública del actual mandatario ante el Congreso Nacional, en Valparaíso: “El presidente Boric no cumplió su compromiso, que era de justicia y reparación para las víctimas del estallido social”.
Ella habla con pesadumbre, pero también con propiedad, porque quedó ciega de por vida – al igual que el joven Gustavo Gatica – al recibir en el rostro un impacto disparado por un oficial de Carabineros cuando esperaba locomoción para dirigirse a su trabajo como operaria de una fábrica de alimentos. En las memorables movilizaciones de fines de 2019 la represión policial se tradujo en una treintena de fallecidos y miles de heridos, entre ellos 420 personas que sufrieron la pérdida de uno de sus ojos.
Solo la generosidad de la ciudadanía quiso solidarizar y en alguna medida recompensar a Fabiola Campillai por el grave daño sufrido y la eligió senadora por el Área Metropolitana con la primera mayoría nacional en 2021. Allí superó a postulantes de la centroizquierda que hasta hoy ocupan cargos relevantes en la casta política nacional.
En este gobierno no ha habido mayor interés en los procesos contra quienes desataron la violencia y la represión hacia los millones de participantes en el histórico estallido social. Ahora se sabe que un carabinero acusado de empujar a un menor de edad al río Mapocho desde el puente Pío Nono se apronta a ser candidato a diputado en la Región de Valparaíso, obviamente apoyado por un partido fascista.
Lejos de los partidos, la parlamentaria independiente habla con autoridad: las víctimas de la agresividad policial que resultaron con serias lesiones han tenido que arreglárselas con sus propios medios, en la medida de lo posible y sin la ayuda de los organismos pertinentes, como cabía esperar, porque el Presidente suele olvidar sus compromisos. Ello volvió a quedar en evidencia el primer domingo de junio, en su última cuenta pública ante el Congreso.
Allí quedaron otra vez al descubierto los principales gubernamentales: el Presidente no convocó al movimiento social en condiciones de asumir protagonismo y se encerró en el timorato ámbito político, a raíz de lo cual los cambios prometidos no llegaron. En tanto, permanecen vivas las secuelas pinochetistas traducidas en desigualdad y discriminación para las mayorías empobrecidas.
En dos horas y media el mandatario ofreció un discurso muy bien estructurado, conciliador y autocomplaciente. No hubo autocrítica alguna pero sí se mostró orgulloso de cuestiones menores y determinados avances logrados en su administración que no llegaron a la altura esperada por el pueblo postergado reiteradamente.
Boric fue elegido en diciembre de 2021, al derrotar holgadamente al candidato del fascismo. El mundo progresista y la Izquierda votaron por un gobierno que dejó de lado sus propósitos izquierdistas cuando los partidos de la ex Concertación fueron convocados a La Moneda y el denominado Socialismo Democrático instó al Jefe de Estado a bajar el tono y alejarse de sus objetivos que significaban los cambios estructurales que entusiasmaban a la población.
De hecho, ya en 2022 se sabía que no se producirían las transformaciones anunciadas en la época de campaña. En la práctica, de la noche a la mañana no volvió a hablarse de los intentos por cambiar el modelo neoliberal, por impulsar una reforma tributaria incluyendo un impuesto a los superricos, por fortalecer el Estado sobre el mercado desregulado, poner término a las AFP y las Isapres, desprenderse de las transnacionales y llevar a cabo la refundación de Carabineros.
También pasó al olvido la comisión contra la desinformación, convocada inicialmente por La Moneda. La citada comisión, formada por siete periodistas y expertos en el tema, nunca llegó a constituirse y los chilenos siguen en manos de las clases patronales que son los propietarios de la inmensa mayoría de los medios de comunicación que desinforman a diario, tergiversando u ocultando la realidad con absoluto desenfado.
Debido a que no ha habido transformación alguna, el Presidente en su última cuenta pública no entregó noticias alentadoras, salvo tres o cuatro. Este año han destacado la reforma de pensiones – aunque las AFP siguen firmes y ganando plata a destajo para sus dueños -, el pago de la deuda histórica a los profesores y el aumento del salario mínimo, pese a que sigue siendo insuficiente.
El mandatario no se refirió a temas incómodos como que el desempleo alcanzó al 8,8% en el último trimestre, hay tres de cuatro familias endeudadas con la banca y el comercio y la irritante lentitud en la reconstrucción para los damnificados. Tampoco hubo una sola palabra para otras grandes calamidades del modelo: los comerciantes ambulantes, los campamentos de tránsito y toda una generación de jóvenes que no estudia ni trabaja, por falta de oportunidades, lo que es el punto de partida en muchos casos para la delincuencia y el narcotráfico.
Su Excelencia sólo estuvo a la altura en la parte final de su intervención. Fue el anuncio de convertir Punta Peuco en un penal común, terminando con los privilegios de más de un centenar de militares condenados por múltiples violaciones de los derechos humanos durante la dictadura.
Con la pesada carga de los partidos de la ex Concertación conservadora y la implacable oposición de la extrema derecha que le ha negado la sal y el agua durante todo su mandato, difícilmente el Ejecutivo podrá exhibir otro avance significativo en los pocos meses que le quedan en La Moneda.
También es difícil la prolongación de este gobierno en las elecciones que vienen por las políticas contradictorias e inciertas del Presidente que encabeza la necesaria generación de recambio hoy cuestionada por quienes esperaban otra cosa, entre ellos la senadora Campillai.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso

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