Estando fuera de Chile no podré estar con nuestro querido Manuel y hermanos/as de PF. Hablar de Punto Final para mí es hablar de ideas, de emociones, de casi una vida. Los pedazos del muro de Berlín nos caían sobre la cabeza, muchos no nos resignábamos al fin de la historia del que hablaba Fukuyama y nos parapetamos en esta revista, que venía saliendo de años de proscripción, persecución y muerte. Por casi 30 años fui parte de una familia querida, con Manuel Cabieses a la cabeza, golpeando el teclado, Hernán Soto con su cultura y sabiduría extrema, Paquita, Ximena, David, Flora, Anita, como los hermanos que te recibían con la sonrisa fraterna. Fue una familia extensa. Algunos llegábamos de quincena en quincena, otros mandaban sus aportes desde otros puntos del planeta, cada uno con la convicción de ser parte de una reserva ética frente a una realidad que no asumíamos. Unos con sus letras, yo con mis caricaturas. La línea editorial no cambió, como un timón fijo en el horizonte ¿consecuencia o terquedad? quizás fuimos algunos los que cambiamos (unos dirán decoloración, otros suma de más colores) lo indiscutible es la profunda vocación unitaria de Punto Final, y su compromiso por fundamentar y por debatir sin exclusiones. Hoy cuando la reacción gana la hegemonía del continente, es más urgente que nunca un frente unitario y amplio, con liderazgos honestos y desprendidos como los de nuestro Manuel, amigo, compañero y hermano. A todos mis amigos/as, no perdamos la oportunidad de estar al lado de un gran hombre, de esos imprescindibles, como Clotario Blest, como Rafael Marotto, como Andrés Aylwin y otros anónimos, que han hecho y hacen del compromiso por los oprimidos una opción de vida. Adolfo González (GOVAR).
