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SALVADOR ALLENDE EN LA MEMORIA

Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

Al cumplirse 50 años de su trágica muerte, la figura del presidente Salvador Allende se agiganta: la memoria trae de vuelta su trayectoria política, su consecuencia socialista desde muy joven, su defensa del pueblo y la clase trabajadora, y su coraje personal para luchar por la democracia hasta el último minuto de su vida.

El mandatario gobernó por menos de la mitad del tiempo establecido en su periodo presidencial, porque el 11 de septiembre de 1973 La Moneda fue asaltada con un odio irracional por las fuerzas armadas sublevadas encabezadas por una pandilla de generales y almirantes sediciosos que cumplían con una orden perentoria de la oligarquía criolla y el imperio norteamericano tocados en sus intereses y cuyo objetivo final era el asesinato del presidente de la Republica.

Como político socialista de incontables batallas y luchador social infatigable Allende vivió la democracia como un compromiso vital, y ni se le hubiera pasado por la mente que habría quienes quisieran interrumpirla o vejarla, y menos llevar a cabo su destrucción a sangre y fuego.

Sorprendido por el cruento golpe militar que ni el gobierno ni los partidos populares estaban en condiciones de enfrentar, el jefe de Estado entró a la historia como un líder victorioso en que el honor venció a la traición ante la admiración de un pueblo que siempre lo admiró pero que no estaba en condiciones de salir a las calles y asumir su defensa por imposición de las tropas que habían copado los barrios y poblaciones.

Traicionado, agraviado y bombardeado, con La Moneda en llamas Allende tuvo la entereza de empuñar un fusil para resistir junto a un puñado de valientes. En sus propias palabras, pagaba con la vida la lealtad del pueblo: su inmolación fue un acto consciente para no humillarse ante la cobardía, la felonía y la traición de las hordas fascistas que acometían en su contra.

No solo en el momento de su sacrificio Allende dio testimonio de su apego a los principios éticos que diferencian al revolucionario de los políticos de circunstancias. Su recia moral lo llevaba a jugarse entero por sus convicciones, dejando de lado el cálculo de mayor beneficio que suele condicionar las actuaciones políticas. Jamás abandonó su posición anti imperialista, combatió los mezquinos intereses oligárquicos y mantuvo inalterables sus objetivos democráticos socialistas que abrazó en su juventud.

Su trayectoria como líder popular, parlamentario y gobernante fue impecable. Había sido ministro de Salud del presidente Aguirre Cerda, destacó en el Senado por su vigorosa oratoria y numerosas iniciativas en favor de las mayorías desposeídas, a la vez que sobresalió por sus esfuerzos por la unidad de los partidos Socialista y Comunista, la unidad de la clase obrera y de los amplios sectores afectados por la explotación del capitalismo.

Decidido defensor de la revolución cubana, también fue memorable su lucha contra la llamada ley de defensa de la democracia, la ley maldita anticomunista. Se recuerdan sus constantes denuncias de los abusos cometidos por las empresas estadounidenses Anaconda y Kennecott que se habían apoderado mañosamente del cobre chileno y que terminaron siendo expulsadas del país.

El presidente Allende debió gobernar siempre bajo amenaza, porque la conspiración golpista había empezado antes de asumir el mando. A través del poderoso empresario Edwards – dueño de El Mercurio – la oligarquía había pedido a la Casa Blanca la intervención yanqui, luego de lo cual el presidente Nixon ordenó a la CIA y al Pentágono “hacer chillar” a la economía chilena y crear las condiciones para derrocar al mandatario socialista.

Pese a ello la obra del gobierno popular en corto tiempo fue relevante. Destaca la nacionalización del cobre (el sueldo de Chile), junto a la reforma agraria, construcción de viviendas y obras públicas, desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura, creación del área social con salarios justos y jubilaciones dignas, en tanto se profundizaban y aumentaban los logros y conquistas de los trabajadores.

Por decisión presidencial comenzó la entrega diaria de medio litro de leche a cada niño chileno. Paralelamente se puso en marcha la editorial estatal Quimantú, con miles de libros a bajo precio para la lectura de toda la familia. No se conocía aún aquí el modelo neoliberal, de modo que no había desempleo ni delincuencia como ocurre hoy.

Los avances del pueblo se concretaban, lo que irritaba a la minoría ricachona acostumbrada a mantener a la gente sin recursos en condiciones de sumisión, bajo absoluto control y dominación. El odio empresarial se tradujo en la paralización de aquellos contrarios a los cambios, mercado negro, desabastecimiento, embargo a los embarques de cobre en el exterior, sabotajes y atentados explosivos a diario que perpetraban bandas terroristas de extremaderecha asesoradas por oficiales de las FF.AA.

El clima de terror existente derivó en el golpe militar y el inicio de la dictadura, en 1973, cuyas consecuencias castigan al pueblo hasta hoy. Gran parte de las desgracias siguen a la vista: muchos de los crímenes perpetrados permanecen en la impunidad, persiste un pacto de silencio que impide dar con los restos de cientos de detenidos desaparecidos, rige todavía una constitución ilegítima y se mantiene un sistema socioeconómico que solo favorece a los más acaudalados.

En medio de este oscuro panorama del que ha costado grandemente a los chilenos poder recuperarse, la validez del pensamiento de Allende sigue en alto y admirado en todo el mundo porque está basado en su estrecho compromiso con las clases populares con las que se identificó plenamente.

Las últimas horas del presidente Allende en La Moneda asediada por el ejército y bombardeada por la aviación dan cuenta de su comportamiento heroico, lo que hace más vergonzante la miseria moral de aquellos que lo traicionaron y ocasionaron su muerte.

En estos días de recuerdos y conmemoraciones la ciudadanía refuerza las ideas democráticas de igualdad, dignidad, participación, solidaridad y justicia social, lo que constituye el mejor homenaje a Salvador Allende y a todos los hombres y mujeres que cayeron combatiendo la tiranía.

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso




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