Autora: MARGARITA LABARCA GODDARD
Incredulidad, estupor me ha producido saber que la Corte Suprema de Chile anuló el Decreto del tirano que le quitó sus bienes y su propiedades al diario El Clarín.
¿Pero cómo? ¿Los decretos y todo lo actuado por una dictadura traidora, torturadora, asesina y ladrona, repudiada por el mundo entero, todavía son válidos?
Entones la tal vuelta a la democracia no ha servido para nada, puesto que la Constitución, las leyes y hasta los decretos de Pinochet siguen vigentes. ¿Y por qué los decretos, si esos los puede derogar el gobierno? Si nuestra muy honorable Corte Suprema no los anula, parece que todavía nos rigen. Entonces el decreto por el cual el dictador se autonombró presidente de Chile y no sé qué otros títulos se adjudicó, ¿Sigue vivo si la Corte no lo anula? Pues resulta que los tribunales son los dueños del país, porque pueden anular lo que les dé la gana y no anular lo que no les dé la gana. ¿Se les había olvidado anular el robo de El Clarín? ¿Y cuántas cosas más se les han olvidado?
Yo estaba convencidísima de que todo eso se había acabado junto con la dictadura.
Vaya, por dios, qué sorprendente y aterrador ha sido esto para mí, que vivo en México. ¿Si alguien me pregunta algo, qué le puedo contestar? Pues nada, sólo morirme de vergüenza.
Y el diario El Siglo se alegra de que la Corte Suprema anule este decreto después de 30 años que creíamos que se había acabado la dictadura. Eso sí que no lo entiendo.
Llego a la conclusión de que en Chile hay que hacer lo mismo que se está haciendo en México: modificar todo el sistema judicial y establecer, en primer lugar, que a los jueces los elija el pueblo. ¿Eso los va a politizar? Pues es imposible politizarlos más de lo que están, todos o casi todos entregados a la derecha y admiradores de la dictadura, lo que se ha comprobado ahora que se acordaron del decreto del robo a El Clarín. Y también porque a veces se ha juzgado y condenado a algún esbirro militar del dictador, pero a un civil que apoyó y trabajó con la dictadura, jamás de los jamases. Acuérdense de Agustín Edwards Eastman, que fue a hablar con Nixon y con Kissinger para que intervinieran en Chile, cometiendo una obvia traición a la patria y nunca le pasó nada.
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