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SE DISPARA LA DESIGUALDAD

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  • hace 3 horas
  • 4 Min. de lectura

Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

 

              En este país que al paso de los años no logra sacudirse del oprobioso legado de la dictadura  van en aumento los hechos  marcados por la desigualdad socioeconómica, que es factor determinante en el modelo neoliberal impuesto  a sangre y fuego en el siglo pasado.

              El despreciable legado pinochetista que hasta ahora mantiene sometidos a los chilenos favorece únicamente a un porcentaje muy minoritario de privilegiados por la acumulación de dinero, los ricos y superricos, pero menosprecia y no toma en cuenta  a las grandes mayorías populares que se encuentran en la indefensión y sin proyección alguna.

              Mayo se ve remecido por las noticias: el salario mínimo fue reajustado de manera tan insuficiente que ni siquiera se notará, pero si se acrecientan  en forma alarmante los campamentos de tránsito, en tanto los grandes grupos económicos a los que Chile les quedó chico han destinado miles de millones de dólares para expandir sus negocios en el extranjero y continuar multiplicando sus ganancias y utilidades.

              Chile vive una farra democrática en que la desigualdad aparece  como el punto de partida para un sinnúmero de crisis y calamidades. En lo inmediato la principal es la delincuencia, que provoca cada día angustia e inseguridad en la población.

              Actualmente hay una creciente falta de oportunidades, elevadas cifras de cesantía y endeudamiento, y absoluto desconocimiento de toda una generación de adolescentes y jóvenes  que no estudian ni trabajan  y menos tienen la posibilidad de ingresos. Sus expectativas  se limitan al ocio  que los lleva  a permanecer pateando piedras de la mañana a la noche en sus barrios o poblaciones, abriendo una tentación latente de incorporarse a bandas criminales o de narcotraficantes  en busca de alguna moneda fácil.

              La sociedad chilena, incluyendo el actual gobierno, no ha reaccionado de manera adecuada  a esta realidad. Inducido por sectores conservadores La Moneda ha puesto en marcha distintas medidas,  ninguna de las cuales apunta a atacar en sus orígenes o en sus causas el agobiante problema delincuencial.

              Un reciente informe de la entidad Techo Chile dice que en el territorio nacional hay 1.428 campamentos de tránsito, esto es  la cifra más alta  en los últimos 29 años. Allí habitan 120 mil familias, en sobre un 60% sin servicios vitales de agua y luz eléctrica, y muchas veces  en zonas de riesgo porque estos modestos grupos familiares no disponen del dinero que cuestan los arriendos.

              Los campamentos son un emblema  de la pobreza y el abandono que sufren las clases populares. Están concentrados principalmente en la región de Valparaíso,  y en especial en Viña del Mar y en la ciudad puerto, donde la actividad laboral está cada vez más reducida. El déficit habitacional nacional alcanza las 500 mil viviendas. También es desalentador el panorama para los trabajadores que con suerte disponen de un empleo formal,  los que a causa de la descontrolada inflación deben hacer figuras con sus precarios presupuestos hogareños para llegar a fin de mes.  El gobierno rechazó la solicitud de la CUT  para subir el salario mínimo de 510 mil a 580 mil pesos, y lo dejó en 539 mil, faltando aún la aprobación del Congreso.

              En gran medida ello opacó la reciente conmemoración del Día de los Trabajadores, el primero de mayo. Ese día no hubo nada que celebrar, porque las inseguridades sociales permanecen en primer plano, la incertidumbre continua en los hogares modestos y no hay asomos  de mejores condiciones a mediano plazo. La explotación es parte fundamental del modelo, y la casta política la observa como si no existiera.

              Difícilmente los dueños de Chile se acercaran  alguna vez  a las penurias de las mayorías. Los grandes grupos empresariales saquearon el Estado durante la dictadura, se apoderaron de cuanta empresa estatal  estaba en funciones y ahora  se dedican  a incrementar sus cuantiosos patrimonios con mezquindad y arrogancia.

              Coincidiendo con el drama  de los sin casa y sin empleo los principales grupos económicos del país han anunciado importantes planes de expansión en todo el continente, en los rubros de la minería, energía forestal, retail, alimentos y bancos. Se trata de los grupos Luksic, Angelini y Matte que se aprontan a desplegar este año proyectos de inversión por 10.500 millones de dólares, que se sumarán  directamente a sus elevadas fortunas.

              Solo una familia (Luksic) está llevando a cabo diversas iniciativas de expansión por 4.285 millones de dólares por este año. Lo hace aprovechando las franquicias  que recibe a través de su conglomerado Quiñenco y de minera Antofagasta Minerals sin duda aquí están los verdaderos dueños de Chile, manejadores de todo de acuerdo a sus intereses.

              Poco o nada les importa la compleja situación económica  de los demás, con una recuperación que no se consolida  y altos niveles de informalidad que tienen a muchos padeciendo de miserias a las que nadie da respuesta. El poder del dinero de unos pocos  y la aplicación del modelo depredador a ultranza están agudizando el empobrecimiento del pueblo ante la mirada sin mayor interés de las elites políticas, preocupadas solo de sus próximas candidaturas.

              Cada vez hay más gente  que carece  de vivienda y de trabajo,  o que gana tan poco que nada le alcanza. Paralelamente  los ricachones, sin tope en sus ingresos, acrecientan la irritante desigualdad que se está respirando en Chile en medio de la más absoluta  impudicia.


Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso



 
 
 

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