Autor: HUGO ALCAYA BRISSO
Los abusos de libre mercado en especial de aquel operado por grandes empresarios que tienen en su poder el servicio interprovincial de transporte de pasajeros, aparecen como un factor adverso sobresaliente en estas extensas festividades de septiembre, porque es un grave atentado contra la ciudadanía que se practica como lo más natural del mundo.
En este país en que el Estado también está en la larga lista de desaparecidos por imposición de la dictadura, y no disponen siquiera de la posibilidad de sacar la voz, su lugar todavía es ocupado por adinerados inversionistas propietarios de flotas de buses que obligan a la población a acatar un sistema tarifario desproporcionado que no se justifica.
Las tarifas que se elevan a cuenta de nada desde comienzos de mes dejan a muchos compatriotas que en esta fecha disponen de tiempo, sin poder viajar desde la zona central a sus ciudades de origen, para unos días de descanso o de visita a sus familiares, en el norte o en el sur.
En estos tiempos difíciles en que lo que más necesita la gente es trabajar, producir y procurarse ingresos para vivir sin sobresaltos, llama la atención la generosidad de algunos para autorizar una semana completa de celebración de las fiestas patrias, ya que basta con festejar únicamente el tradicional 18 de septiembre, dia de la Independencia Nacional.
Muchos turistas extranjeros que llegan a Chile se muestran sorprendidos por tanto asueto y por el hecho de que las fondas y ramadas tengan permiso para funcionar del lunes 16 al domingo 22, en circunstancias que en sus respectivos países se conmemora solo el mismo dia de la fecha del aniversario patrio, sin agregados que no corresponden.
Hoy Chile vive una crisis permanente, pasa de una emergencia a otra con facilidad y está repleto de pobres, cesantes, endeudados y damnificados - por distintos motivos - por lo que las mayorías no disponen de ánimo ni dinero para festejos prolongados, de modo que sus prioridades no van precisamente en ese sentido.
Paralelamente asoma el afán abusivo del mercado desregulado, que está presente todo el año pero que se hace sentir con más fuerza en vísperas de fiestas patrias. Aprovecha que Chile es el único país en el mundo que se celebra con tanto jolgorio, en momentos en que el desempleo y la inflación siguen al alza para intensificar su propio festín dirigido contra la población desprotegida.
El mercado actúa al amparo del modelo neoliberal y hasta ahora no tiene contrapeso. Lo forman los económicamente poderosos que por su fortuna están en condiciones de decidirlo todo sin tomar en cuenta al resto, como parte del sistema antipopular legado por la dictadura y ratificado en los años siguientes por la casta política anquilosada que no ha conseguido concretar cambio significativo alguno.
A estas alturas de septiembre todo sube más que lo habitual, los precios van al alza y las arbitrariedades se multiplican, lo que se refleja mayormente en los servicios de transporte de personas. El gran empresariado manipula el mercado omnipresente y omnipotente, que hace y deshace a su amaño en el territorio nacional.
En Chile las políticas mercantilistas se aplican desde las sombras con absoluta libertad y desenvoltura, hasta con naturalidad, porque no están sujetas a disposiciones legales, no admiten control, regulación, fiscalización o sanción ninguna. No existe el Estado, sino que está todo privatizado y por ello el libertinaje de precios, valores y tarifas es total.
Las autoridades han formulado reiterados llamados a la población para extremar las medidas de seguridad con el fin de evitar accidentes. Cada año en esta fecha se produce un elevado número de siniestros viales que dejan abultadas cifras de víctimas fatales que ahora se busca evitar, considerando que se estima en más de un millón los vehículos que saldrán de la capital hacia regiones.
A la vez se han dispuesto severos controles a los conductores de buses, para los cuales hay absoluta prohibición de ingesta de alcohol y drogas. En tanto, se lleva a cabo una minuciosa revisión mecánica de los buses interprovinciales para asegurar su correcto funcionamiento en rutas y carreteras.
No hay nadie, sin embargo, que llame a los dueños de este servicio a frenar las alzas de estos días y mantener las tarifas habituales. Lo contrario es incrementar el disgusto y el malestar de los chilenos cuyos alicaídos bolsillos sufren las consecuencias de no tener una clase política capaz de fiscalizar los abusos que se siguen cometiendo y que muchos creían que a estas alturas ya no se producirían.
El sistema exclusivamente privado de transporte colectivo ha defraudado a la ciudadanía, que hoy espera que el Estado recupere su rol rector que le fuera arrebatado por la fuerza de las armas. Ello ocurrió hace medio siglo, pero en 2024 la realidad es distinta y no puede seguir opacando la fiesta de la chilenidad.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
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