Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO
El mundo popular se ha visto sorprendido y se encuentra desconcertado ante la actitud del presidente de la República, Gabriel Boric, que se niega a reconocer el triunfo de su par socialista de Venezuela, Nicolas Maduro, en las elecciones presidenciales efectuadas el domingo 28 de julio con masiva presencia de observadores internacionales.
De acuerdo a las cifras oficiales y definitivas dadas a conocer por el Consejo Nacional Electoral de ese país, Maduro obtuvo 5.150.092 votos, esto es, el 51,2%, y su más próximo contendor, Edmundo Gonzalez, 4.445.578 sufragios y el 44,2%, tras los cuales hubo otros ocho candidatos con números menores.
Más que no reconocer estas cifras pareciera que lo que hay es un rechazo del jefe de Estado chileno al socialismo real, que es antagónico al "socialismo" de faramalla que por estos días existe hoy en Chile acomodado al mercado abusivo y al modelo de desigualdades.
Boric llegó a La Moneda tras su espectacular victoria con 1 millón de votos de diferencia sobre el representante del facismo. Nadie puso en duda ese resultado ni cuestionó el proceso electoral ni hubo injerencia de otros países ni declaraciones tendenciosas o negativas que enturbian ese proceso.
En Venezuela no ha ocurrido esto porque el socialismo tiene muchos enemigos alineados por el imperio norteamericano que ve allí un obstáculo para seguir imponiendo en todo el mundo sus afanes expansionistas y de sometimiento de los pueblos. Tratando de explicar su derrota ahora denuncian un fraude que estaba en su imaginación desde mucho antes que el día de las votaciones.
Para los que insisten majaderamente en la falta de transparencia el régimen bolivariano les puede dar una lección de democracia. Desde comienzos de este siglo Venezuela cuenta con un sistema electoral automatizado que expertos internacionales califican como un blindaje contra el fraude. Claramente la tarea del Consejo Nacional Electoral está acreditada por años.
La resistencia a acatar la decisión del electorado no es nueva en ese país. Sin embargo, los postulantes impuestos por Washington no han tenido otro camino que volver a sus casas con la cola entre las piernas. El último caso fue el de Guaidó, cuya misión fue un total fracaso.
A partir de 1999 la subordinación Venezolana a Estados Unidos comenzó a declinar. El gobierno del presidente Hugo Chávez convocó a una Asamblea Constituyente que elaboró una nueva Constitución, de la cual nació la República Bolivariana de Venezuela. Chavez nacionalizó el petróleo e inició profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que definió como el socialismo del siglo XXI. Todo ello incómoda y enfurece al imperio y sus cachorros, incluyendo a la OEA, un títere en manos de Washington.
Hugo Chavez fue un gran admirador de la revolución iniciada en Chile por el presidente Salvador Allende, la que quedó inconclusa por el golpe criminal y la dictadura genocida que propició el imperialismo yanqui. Cuando venía a Chile en la década de los 90, el comandante Chavez solía decir a su arribo al aeropuerto de Santiago: "Yo soy allendista... y ser allendista, es un orgullo para mí"...
Tras la muerte de Chavez, en marzo de 2013, su sucesor Nicolas Maduro, ex dirigente sindical, militante consecuente de la Izquierda, prosiguió esa ruta en medio de grandes dificultades derivadas del desplome del precio del petróleo. No obstante, la base social y política del proyecto bolivariano, que es la unidad pueblo-fuerzas armadas, se ha hecho cargo de su responsabilidad histórica.
Por el solo hecho de ser socialista se acusa al gobierno de Maduro de ser una dictadura". Seguramente debe ser la única "dictadura" que realiza elecciones y plebiscitos con un promedio de 2 al año, con partidos, sindicatos y prensa opositora, una iglesia católica y un empresariado que apoya a la oposición.
Con el pretexto de fraude en las elecciones, hay en marcha una campaña internacional que intenta derrocar al gobierno democratico de Caracas, en una operación dirigida por la Casa Blanca. En Chile apoyan esta política injerencista los partidos que se identifican con el golpismo venezolano, entre ellos todos los de derecha y en el centro principalmente el Partido Socialista, el que dejó de ser socialista hace años y está encabezado por una cúpula conservadora que no quiere cambios, ni igualdad, ni nada que se le pudiera parecer.
En este contexto, lamentablemente para el pueblo, se encuentra hoy el gobierno de Chile, cuyo presidente se aleja cada vez más de la realidad. Fue Boric el primer presidente latinoamericano que reaccionó a los resultados entregados por el citado Consejo Nacional Electoral del país hermano. Lo hizo como si estuviera preparado, a solo minutos de la entrega de ese informe en sus redes sociales desde Emiratos Árabes. El mandatario dice todavía que no es creíble un masivo apoyo popular a un proyecto socialista. Quizás por ello lo ha desestimado en su actual paso por La Moneda.
El guión de la derecha insurreccional de Chile del 73 vuelve a reproducirse con notable similitud en la tierra de Bolívar. Para Estados Unidos y su pandilla es importante la participación de Chile en esa maniobra: significa poner de su lado a un país que hace medio siglo sufrió la misma operación que Washington dirige hoy contra Venezuela
Sin lugar a dudas el gobierno chileno pretende intervenir en los asuntos internos de un país hermano. Lo que está en juego es el derecho de Venezuela a construir su destino en forma independiente y llevar a cabo la revolución bolivariana que admiran millones de personas en todo el mundo.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
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