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¡FELIZ CUMPLEALGUNOS, QUERIDO PANCHO!

Autor: RICARDO CANDIA CARES


No conozco quien no conozca a Francisco Villa. No conozco quien hable mal de este cantor ubicuo, en este trashumante trovador de las verdades verdaderas, de las dudas dudosas y de las denuncias que dicen lo que tienen que decir sin medir presupuestos o tranquilidades.

Francisco Villa parece haber nacido con cada uno de nosotros. Es como la cordillera: uno siempre sabe que está ahí incluso cuando no lo vea. Y es como un susurro porfiado, siempre está ahí, siempre se escucha por ahí.

Jamás dice que no.

Uno sabe que si está Pancho Villa la cosa vale la pena: si hay una causa que resaltar en la grisura de estos tiempos, Villa desentona con su tono de verdades, denuncias y rabias.

Su porfía, también entendida como consecuencia, ha sido un basto para muchos cuando ha venido, a traición e inadvertida, alguna traza de duda, una repentina gana de dejar las cosas hasta donde quedaron y someterse a la higiénica desmemoria en el dominio de tanta vacilación y tanto acomodo.

Con los amigos uno dice Por suerte está Pancho. Este cantor afirmado en sus más puros y firmes ideales siempre ha irradiado el color de sus amores, decisiones, valores, valentías y, por qué no, sus dudas y enojos.

Porque el valer de este trovador no conoce de variaciones cromáticas ni cuando se ha navegado en ceñida y la cosa ha sido más bien cuesta arriba.

De dulce verso acerado, se esfuerza por emocionarnos y hacernos menos áspera la evidencia del no se puede y de la vergonzosa chaqueta puesta de revés.

Dos veces me he doblado de emoción al escuchar y cantar La Internacional, el himno de los pobres del mundo: alguna vez con un fusil terciado y cuando lo hace Pancho y su vibrato que impulsa hasta el corazón más usado y adolorido.

Y solo porque me tocaba dormir con la mujer de mi vida, una hermosura de siete años de nombre Renata, no pude ser de la partida en que parte de sus amigos fueron por celebrar la vida de la vida en el alma de su alma.

Le digo a Pancho que lo quiero en estas palabras mal hilvanadas pero sentidas hasta donde duelen las causas perdidas, pero en donde también perviven los camaradas que alumbran el camino y lo llenan de estrellas.




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