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HOMENAJE AL HERMANO BERNARDO

Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

             

              El recuerdo de tantos chilenos demócratas asesinados por la dictadura pero que dejaron un memorable ejemplo de honestidad y consecuencia le hace bien al país y es necesario para muchos, en momentos en que los hechores esperan una libertad que no les corresponde y el  pinochetismo está obsesionado por volver a La Moneda a través de una de las tres cartas presidenciales que ostentan un negacionismo impresentable.

              La historia señala que en Chile hubo una atroz tiranía militar – empresarial que se prolongó por 17 años, en que el terrorismo de Estado llevó a cabo un inédito  genocidio de disidentes, de quienes pensaban distinto y de la gente modesta que nunca pudo recuperarse de tal violenta embestida en su contra en que no se respetó a nadie, ni a jóvenes o viejos, mujeres ni enfermos.

              No todas las víctimas se registraron en el territorio nacional porque la dictadura cruzaba fronteras para aplicar sus objetivos criminales. Tampoco los caídos fueron todos comunistas, socialistas, marxistas, leninistas, extremistas o terroristas, que solían ser los términos empleados para impugnar a las mayorías defensoras de la democracia.

              Es el caso de Bernardo Leighton, una de las figuras políticas más destacadas en el escenario nacional en el siglo XX. Era dirigente de la democracia cristiana,  había sido parlamentario y vicepresidente de la República  luego de que en 1935 junto a otros camaradas procediera a fundar la Falange Nacional desde la cual surgió el PDC.

              Leighton, también llamado el “Hermano Bernardo”, se caracterizó  siempre por su preocupación por los trabajadores y sus familias, y por los cambios sociales. Por eso en reiteradas ocasiones enfrentó en su propio partido a otros dirigentes,  como Frei, Aylwin, Carmona o Hamilton, que se habían sumado a  la derecha clamando por un golpe militar que terminara  con el gobierno constitucional de Salvador Allende.

              Por eso y por el hecho de haber firmado junto a otros 12 militantes demócrata cristianos 48 horas después del golpe una declaración en que se condenaba severamente la sublevación militar, el bombardeo a La Moneda y la destrucción de la democracia, todo lo cual llevó a la muerte al presidente Allende,  era mal visto por los generales golpistas. Entre los firmantes de esa declaración también estaba Renan Fuentealba quien años más tarde llegaría a la presidencia nacional de esa colectividad.

              En octubre de 1974, encontrándose junto a su esposa Ana María Fresno, Roma, Italia, Leighton fue objeto de un cobarde atentado explosivo perpetrado por agentes de la Dina enviados desde Santiago con licencia para matar. El matrimonio logró sobrevivir, pero con gravísimas lesiones. Leighton gran defensor de los derechos humanos, murió parapléjico a los 86 años, en 1995.

              Este 15 de octubre tuvo lugar en Roma un seminario organizado por la fundación italiana  Vittorio  Occorsi para conmemorar los 50 años del atentado que conmovió al mundo. En el seminario estuvo presente el presidente Boric, que se hallaba en esa capital  por su entrevista en El Vaticano con el Papa León XIV.

              El caso de Bernardo Leighton no fue el único que se produjo en ese tiempo fuera de Chile. Anteriormente habían sido asesinados dos de quienes fueron estrechos colaboradores del presidente Allende durante el breve periodo que duró el legítimo gobierno de la Unidad Popular.

              Un año después del golpe de Estado se produjo en Buenos Aires el homicidio del general Carlos Prats, quien había sido comandante en jefe del Ejército y quien perdió la vida junto a su esposa Sofía Cuthbert el 30 de septiembre de 1974. Sus cadáveres fueron encontrados entre los restos de su automóvil en llamas, destrozado por una bomba de alto poder destructivo colocado bajo el vehículo por agentes de la dictadura chilena.

              Lo propio ocurrió con el canciller de la administración allendista, Orlando Letelier, fallecido en Washington junto a Ronnie Moffits, secretaria del instituto en que trabajan en la capital norteamericana. Este doble homicidio se produjo el 21 de septiembre de 1976, provocando conmoción internacional por la osadía con que se cometió como parte de un bien planificado crimen organizado.

              Por poco salvó el senador Carlos Altamirano  de otro ataque de este tipo, por parte de malhechores de la Dina, en Francia. Altamirano había sido secretario general del Partido Socialista en tiempos revolucionarios y luego con habilidad consiguió salir de Chile en momentos en que la “inteligencia” pinochetista lo buscaba intensamente.

              Los criminales de la Dina y la CNI, que mataban a domicilio en Chile y el extranjero, esperan ahora que prospere en el Congreso un proyecto presentado por senadores de derecha que les otorga la libertad  - arresto domiciliario – por tratarse de individuos de edad avanzada.  La iniciativa busca beneficiar a los militares autores de la masacre perpetrada en Chile en los años 70 y 80.

              La ciudadanía  decente estima que ese proyecto  no debe seguir tramitándose porque sería de una impunidad inaceptable. Lo único que corresponde es que los reos de Punta Peuco, que nunca se han arrepentido ni colaborado con la justicia en nada, esperen la hora de su muerte calladamente, con tranquilidad, sin expectativas y obviamente tras las rejas, como ellos se lo buscaron  y lo merecen.

             

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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