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LA EXPLICABLE AUSENCIA DE FABIOLA

Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

La decepción frente al gobierno expresada por la senadora independiente Fabiola Campillai justificando su inasistencia al acto en que el presidente de la República entregó su tercera cuenta pública al Congreso Nacional,  es una significativa manifestación de descontento de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos en Chile por el olvido en que se encuentran.


Ella no es  una parlamentaria más, sino una figura emblemática entre las innumerables personas que fueron atacadas con saña por agentes del Estado durante la desmedida represión contra las protestas callejeras del estallido social, en el régimen empresarial de Piñera, cuando en octubre de 2019 las multitudes salieron de su letargo e irrumpieron con sus demandas por una nueva Constitución, una democracia plena, restitución de sus derechos, igualdad y dignidad.


Por sus objetivos largamente contenidos, su masividad y contundencia, aspiraciones y proyecciones a futuro, la rebelión popular octubrista constituye la más importante expresión ciudadana ocurrida en Chile a partir de muchos malestares acumulados, los que no han tenido respuesta hasta el día de hoy.


En ese tiempo de lucha sostenida contra el sistema opresor, Fabiola quedó ciega de por vida al estallarle en la cara una bomba lacrimógena disparada por un oficial de Carabineros - un sujeto de apellido Maturana, conocido como "El Matu" - cuando esperaba locomoción para dirigirse a su trabajo en San Bernardo. Se convirtió en senadora en las elecciones siguientes por la Región Metropolitana con la primera mayoría nacional, cerca de 400 mil votos que reconocieron su coraje sin pertenecer a partido político alguno.


Esta violenta e inesperada agresión fue similar a la que afectó en el centro de Santiago al entonces estudiante universitario Gustavo Gatica,  que fue cegado por otro agente del Estado, el teniente coronel Crespo, de Carabineros. Este individuo recorre hoy impunemente el país promoviendo la venta de un libro que escribió y ofreciéndose a "conversatorios" con grupos pinochetistas,  aunque no tenga  una recepción favorable en los lugares que pretende visitar.


La brutal represión contra el estallido social por parte de personal uniformado dejó una treintena de muertos y numerosos heridos y mutilados,  vejados y humillados a lo largo de todo el país. Hubo un trabajador temporero de Buin que quedó paraplejico a causa de una feroz golpiza que le propinó un grupo de carabineros, en tanto un adolescente  fue empujado al río Mapocho desde el puente Pio Nono por otro funcionario policial. A la vez sobre 420 manifestantes, en su mayoría jóvenes, sufrieron la irreparable pérdida de uno de sus ojos.


Mientras la fuerza y la convicción del movimiento social se destacaba en todo el mundo, en Chile los políticos retardatarios y la prensa oligárquica trataba de restarle importancia,  fijando su atención sólo en los desmanes  provocados por una minoría  que nunca tuvo la oportunidad de nada. A la derecha ricachona le aterroriza ver en las calles a muchos pobres que podrían alterar sus acomodadas condiciones de vida.


Hasta ahora la casta política anquilosada y los medios oligárquicos hablan solo de violencia y vandalismo en el estallido, con ligereza atribuyen delincuencia a los millones de participantes en las marchas e incluso creen ver allí propósitos de un golpe de Estado. Se obstinan  en no asumir que  el único y real objetivo era protestar por las graves injusticias contra las clases populares,  que exigían a la vez un Chile justo, con dignidad y bienestar para todos.


Por el momento el país se mantiene tal cual, sin modificaciones ni reformas significativas que compensen los sacrificios que las mayorías hacen para sobrevivir en una sociedad injusta que solo favorece a los privilegiados poseedores de dinero,  bienes y poder. Próximamente se cumplirán cinco años del comienzo del estallido social, pero las autoridades políticas han dejado pasar el tiempo cuidando las mismas estructuras tradicionales que pretenden eternizarse.


En lo inmediato lo que preocupa a la senadora Campillai y a muchos chilenos es que el presidente de la República parece haber olvidado la reparación que prometió a las víctimas de la rebelión callejera, a las que cambió la vida sustancialmente. De un momento a otro salió  de la agenda presidencial la llamada  "ley de reparación integral" lo que se traduce en que los compatriotas atacados y mutilados por agentes  estatales deben seguir solos, angustiosamente, tratando de recomponer su situación sin ayuda y únicamente  por sus propios medios.


La ciudadanía advierte, en cambio, que el gobierno no pierde ocasión para expresar su apoyo irrestricto a la institución cuyos funcionarios actuaron con fuerza desmedida y afanes injustificados que fueron mucho más allá de tratar de restablecer el orden público. Atacar con ferocidad al pueblo no está en ningún protocolo,  más aún si entre los millones de manifestantes había mujeres y niños.


El general director Yáñez quien hasta ahora ha evitado su formalización por su responsabilidad de mando y omisión por los apremios ilegítimos que se perpetraron,  cree que "los mártires de Carabineros son héroes de Chile y merecen reconocimiento y respeto". En realidad cada ciudadano chileno merece esos valores y no ataques destemplados que les lleven a la muerte,  ni a una ceguera total o parcial, ni lesiones de gravedad provocadas por torturas y golpizas como las que se cometían durante la dictadura y se han repetido recientemente.


Lamentablemente diversas iniciativas populares que se prometieron durante la campaña presidencial se diluyeron  tan pronto el gobierno llegó a La Moneda: entre ellas la refundación de Carabineros, el impuesto a los superricos, no más AFP, condonación del CAE, pago de la deuda histórica a los profesores, Empresa Nacional del Litio, etc., todas las cuales pasaron calladamente a mejor vida.


El coraje de la senadora Campillai y muchos más está para evitar  que igual suerte corra la ley de reparación integral en favor de las víctimas de la rebelión popular de fines de la década pasada, la que dadas las circunstancias podría reactivarse en cualquier momento.


Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso




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