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LA MALVADA ABUELA PAMELA

Autor: RICARDO CANDIA CARES


Un caso notable es la periodista Pamela Jiles. Como pocas, la periodista leyó los miedos del estatus quo, las falacias del sistema político, las debilidades de los personajes que lo conforman y el espacio que deja la ausencia de proyectos populares y colectivos.

Sobre todo, leyó lo que la gente llana quiere escuchar, esa rabia que anda, esa bronca muy anidada, esas ganas de matar que a veces abruman.

Y, además, como pocos, o quizás como nadie, tuvo la audacia de lanzarse con un formato que ha logrado incomodar e irritar al orden. Descomponerlo frente a conductas para las que no tiene formato de reacción. Obligar al ministro del Interior a referirse a su declaración que emula a Evita Perón ante sus descamisados, es para la periodista una victoria en toda la línea.

Que hable de su amor en el hemiciclo lleno de sujetos prejuiciosos, es una provocación que deja al machismo que en esa sala se puede respirar, en la incómoda situación del que quiere decir, pero no puede ni sabe cómo. Ni para qué.

Es como decir limón frente a una almeja.

Pamela es la prueba viviente, rubia y de ojos azules, de la profunda crisis de esta cultura política. Pero no es la líder que el pueblo está esperando para abordar el horizonte de una sociedad diferente a la que sufrimos los que no somos millonarios ni poderosos. Ni quiere serlo.

La idea fundacional de Jiles es, sobre todo, reírse de los poderosos, exponer sus miserias y odios anidados, aunque, de paso y sin querer, ridiculizar los formatos empaquetados y sin propuestas de la izquierda añeja. En su fuero interno no está planteado un proyecto que funde un nuevo ciclo en un país devastado por el neoliberalismo.

No.

Lo suyo es de una pragmática que se basa en la enorme crisis de legitimidad que sufre, casi crónicamente, el desfondado sistema político, en el cual despliega su mordaz verbo y sus ironías punzantes.

Jiles es el blanco predilecto de quienes asumen su mejor opción presidencial y que se desenvuelven observando urbanidad y buenas costumbres. Y que babean por cruzarse la banda presidencial. Pero a la hora de ver con horror los números que le dan una ventaja de sobra a la diputada, las alarmas que advierten de la necesidad de un plan de emergencia para detener su ímpetu ya estarán desatadas.

Olvídenlo, la abuela es demasiado inteligente como para querer ser presidenta.

Y, pensándolo bien, quizás la oferta de bajar su candidatura contra aprobar el proyecto del tercer diez por ciento habrá sido considerada y habrá sido evaluada en pros y contras. Habrá ganado la opción que evita la trampa jileana de ver rendido a sus pies a su enemigo número uno, Sebastián Piñera.

Habría sido una obra de arte.

Pero Pamela Jiles, además, deja de manifiesto el renunciamiento ya no digamos de los partidos de izquierda tradicionales, condenados a un tercer plano en el debate, sino al que se vislumbró como un poderoso movimiento social, al menos en sus desfiles. Para decir las cosas como son, si no fuera por el alcalde Jadue, el Partido Comunista no sonaría ni tronaría.

Cuando habla Pamela lo hace en un país en el que no hubo un octubre del 2019 ni hay poderosas organizaciones sociales ni colectivos femeninos imaginativos y aguerridos ni un movimiento estudiantil decidido ni un sistema que hace agua.

El lenguaje comunicacional de la periodista abusa de un paternalismo explícito no muchas veces visto, en el cual la gente son sus nietecitos y sus sin moneas, por los cuales es capaz de dar la vida si fuese necesario. Los retiros de los sucesivos diez por cientos que han aliviado el drama cotidiano de la gallá, han tenido, con justicia o no, el sello de la periodista. Punto para ella.

Pero en el discurso de Jiles no hay una propuesta política de fondo que diseñe en breve un país por lo menos distinto a este. No hay un proyecto que sume. Y, peor aún, eso no le importa ni a ella a nadie.

Es difícil pensar que, en alguien como Pamela Jiles, culta, inteligente, experimentada, el amorfismo peligroso y sospechoso de los humanistas hayan hecho mella en ella y sus capacidades y certezas.

Hasta ahora, parece que lo de Pamela, de formación comunista, y el PH, esencialmente anticomunista, no es más que una manipulación de Jiles, aceptada por ambos porque acopla con los intereses respectivos de unos y otros.

En fin. La abuela desalmada ha hecho lo suyo. Bien por ella.

Estamos en un momento en que cabe preguntarse si los combativos movimientos sociales se tendrán que allanar a ser los nietecitos de la abuela sus sin moneas, mientras no sean permitidas las batucadas, los permisos para desfilar estén suspendidos y se pueda cobrar otro diez por ciento.








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