Autor: RICARDO CANDIA CARES
Para decirlo en breve: pocos eventos políticos, fracasados o no, han hecho más mal a la posibilidad de levantar desde las cenizas un movimiento popular que se cruce al actual orden, como el gobierno de Gabriel Boric y su corrimiento al azul.
No solo no cumplió su palabra empeñada en su programa de gobierno, lo que no sería tan extraño. Esa práctica de politiquería picante, de franco perfil corrupto, entendido como el deterioro del valor que debe tener el compromiso adquirido, era, en opinión del actual presidente cuando era un prometedor dirigentes estudiantil, la suma de todo lo que había que desterrar.
En nuestro país darse vueltas la chaqueta sin ningún rubor, sale gratis. Peor aún, es una práctica premiada, bien vista, saludable y que se congracia con el pragmatismo de los tiempos. Y, por cierto, con la ultraderecha
De consecuencia, decencia, honor, ni hablar.
En este instante es necesario recordar que el único presidente que cumplió su palabra ha sido Salvador Allende, el más digno y hermoso de cuantos mandatarios han pasado por La Moneda. Rindió su vida sin cambiarse de chaqueta. Para el Chicho, la metamorfosis era una novela de Kafka.
El corrimiento hacia el centro de los partidos y movimientos que aspiraban al socialismo como solución a los efectos de un capitalismo caníbal, inhumano, criminal y soporte e las peores aberraciones que han asolado a la humanidad, ha generado una borrascosa mescolanza de ideas que solo han servido para legitimar este mismo capitalismo, ahora en su versión más extrema.
Hemos sido testigo de la irrupción de una izquierda neoliberalizada que se siente cómoda al lado de los que antes mataron a muchos de sus camaradas.
Pero ¿es este un gobierno de izquierda? Si se considera desde los intereses del pueblo vapuleado, explotado, engañado y vuelto a engañar, despolitizado y endeudado hasta en tres generaciones, este gobierno y sus partidos soportes han abandonado las banderas que alguna vez les dieron sentido y valer.
Han falseado sus consignas, abandonaron a quienes quedaron orillados en la lucha contra la dictadura, y a quienes pelean a diario por una casa digna, una educación medianamente humana, una salud para personas y una vejez sin penas.
Simplemente se rindieron.
Gabriel Boric y sus equipos podrán decir que son de izquierda, pero, vistos desde sus actos, dichos, renunciamientos y traiciones, solo son renegados, acomodados y rendidos.
Quienes asumieron el gobierno no se proponen ni por pienso cambiar el mundo de fases hundiendo al imperio burgués. Traicionando su propio programa, se han acomodado de tal manera al régimen, que ahora se proponen hacerlo viable.
Como dicen en el campo: no hay bruto que no se parezca a su amo.
Vea lo que pasa con la reforma a las ISAPRES que comercian con la salud de las personas. No solo se les ha perdonado gran parte de lo que robaron. Para el resto que deben tendrán un plazo que nadie tendrá en su vida y, muchos más, será pagado por las mismos estafados.
El gobierno de Boric ha dispuesto al Estado para salvar un negocio privado de lo más aborrecibles en el mismo momento en que ese mismo Estado desaloja al pobrerío que se toma un terreno para tener donde hace dormir a sus niños.
Pero eso es lo menor.
La tragedia vendrá cuando se quiera convencer a la gente que vote por ellos. Cuando la insuperable confusión lleve a la gente desprovista y maltratada a buscar en la ultraderecha y su populismo y demagogia la solución a sus problemas.
Y condene a los conversos y tránsfugas a la sentina de la historia.
¿Un Gabriel con tres caras? “…una cosa es ser activista, otra cosa es ser Parlamentario y otra cosa es ser Presidente de la República.”, responde presta y directa la Vocera Vallejo respecto de una denuncia en clave meme a las volteretas políticas de Gabriel Boric.
Como si la inconsecuencia fuera explicable como virtud. Como si el acomodo fuera una gracia. Como si el temor a la derecha se pueda considerar un valor. Como si la pragmática pudiera considerarse como una herramienta aceptable para decepcionar a quienes creyeron en ti.
Pablo Neruda, premonitorio, escribió que el pueblo lo llamaba Gabriel, aunque después lo llamó de otra manera…
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