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LAS PALOMAS DE LA CALLE BRASIL


Autor: RICARDO CANDIA CARES


La bandada de palomas que habita entre las palmeras y jacarandás que crecen en la calle Brasil esquina de San Pablo, elevan un vuelo nervioso y el sonido sordo de sus aleteos reverbera por algunos segundos hasta la altura de mi departamento.


Es un aletear nervioso con el que vuelan concertando giros inesperados, subidas abruptas y bajadas vertiginosas. La bandada se divide en dos, en tres, pero vuelve de inmediato a ser una sola y cerrada formación de aves.


Vuelan por sus vidas.


Más arriba, tranquilo y sabiendo lo que hace, un depredador, quizás un peuco, observa los giros inesperados de sus presas. Esas evoluciones es claro que lo descolocan. No acaba por decidirse por cual apetitosa y gorda paloma se lanzará.


Cae en picada en contra de la cerrada formación.


Las palomas esperan y en el último segundo la bandada de divide en dos, en tres y el peuco falla ante el inesperado movimiento táctico de las aves.


El cazador se eleva muy por arriba de sus presas. No se apura. Él sabe.


Sabe que siempre habrá una que no se unirá al grupo salvador. Y que apostará a salvarse sola despreciando el grueso de la bandada que hasta este momento ha cumplido con salvar a las que vuelan juntas, cuidándose entre todas.

El peuco, allá arriba, se fija en una paloma que no creyó en la filosofía gregaria de cuidarse entre todos y protegerse, volando alita con alita, en una bandada en la que son todos y uno solo a la vez.


El peuco afina su puntería, dispone sus alas, sube unos metros y se lanza sabiendo que esa solitaria que ha despreciado la protección de sus hermanas y que ahora lleva entre sus garras será su cena de hoy.


Los humanos deberíamos mirar más hacia arriba y aprender de las palomas.

De las que vuelan y se protegen juntas y de aquella que muere sola.





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