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NO A CUALQUIER COSTO

Autor: RICARDO CANDIA CARES

Una de las razones que impulsó la hermosa violencia del pueblo embroncado, fue el haber vivido durante decenios dirigidos por mentirosos que han hecho del engaño y la manipulación una cultura en la que se desenvuelven con la facilidad de los que saben.

Mal oficio es mentir, pero abrigado, dijo Quevedo, y el mundo siguió su curso. La dictadura dejó una vara muy alta en términos del uso de la mentira como argumento cotidiano.

Pero crio discípulos que no le han ido en zaga.

Más bien la cultura dominante está fundada en mentiras atroces que han tenido la virtud de reproducirla cada día que pasa.

Algunos aún recordarán que las justificaciones para justificar el golpe de estado de 1973 no fueron sino grandes mentiras elaboradas con precisión científica: el acaparamiento, las listas negras, la degollina a militares, la fortuna de Salvador Allende, los miles de guerrilleros cubanos, entre otros tantos delirios, fueron las razones públicas para desatar la locura que vendría. El Libro Blanco que denunciaba el Plan Zeta terminó siendo una sarta de mentiras que buscaba justificar la masacre y fue encargado por la Armada de Chile al escritor Gonzalo Vial Correa para vergüenza de sus descendientes.

¿Alguien se acuerda de la aparición de la virgen en Villa Alemana? ¿La súbita mejora del tirano? Y más cerca ¿los innumerables montajes de las policías, los robos de los generales y almirantes, el financiamiento de los políticos por parte de los poderosos? El etcétera sería casi infinito.

Todas esas operaciones fueron/siguen siendo defendidas con mentiras del porte del palacio de La Moneda

Después de la retirada de los militares la pseudo democracia restringida y bastante parecida a la dictadura, hizo lo suyo desplegando y perfeccionando la cultura del mentir. Sin prensa libre, borrada de un plumazo por la Concertación, la cosa fue fácil.

Verdad, justicia y reparación han exigido por decenios lo familiares de las víctimas de la dictadura. Sobre todo, verdad. Por lo menos, verdad.

El oficio de la verdad como arma contundente en contra de la cultura neoliberal ha sido blandida con tesón e insistencia por los sectores que se han opuesto y luchado en contra del orden.

Por eso lo del convencional Rojas es tan dañino. Es quizás el mejor favor que se le ha hecho a la ultraderecha que jamás estuvo convencida de la Convención Constituyente y que ha desplegado operaciones de descrédito para dañar su gestión.

Rojas les entrega un pase gol que la derecha agradecerá por siempre.

Ahora vendrá una avalancha de mentirosos con la intención de blanquearse por la vía de darle a otro mentiroso que jugó con la fe de las personas no solo para hacerse convencional, sino para ganar dinero a costa de una enfermedad que nunca fue.

Aquí no cabe la tolerancia comprensiva por tratarse de un compañero, un ser humano como cualquiera afecto a errores y falencias, ni cabe el apañe de tono comprensivo argumentando que todos somos débiles y la muy discutible argumentación bíblica de que tire la primera piedra quien esté libre de pecado.

¿Pecado de mentirle a quienes esperan creer en algo, en alguien? ¿Pecado de ganar dinero por la vía de simular una enfermedad grave? ¿Pecado de reírse de la gente crédula? ¿Pecado de darle argumentos a la derecha mentirosa y criminal?

Hay muchos millones de personas que podrían lanzar no solo la primera piedra.

El argumento ramplón y desubicado que intenta empatar de la manera más absurda de que la derecha también lo hace y lo ha hecho, resulta una afrenta a la gente decente.

¿Habría que esperar decencia en una casta fundada sobre el despojo, la muerte, el robo y la mentira?

Resulta patético que muchos, algunos de buena fe, intenten elevar a Rojas a condición de víctima, de pobrecito portador de SIDA que hizo lo que creyó correcto, que solo cometió un error como lo hace cualquier humano, que cedió a la tentación de aligerar el legítimo camino constitucional, que hizo su performance cancerígena en buena, y que en contra del enemigo todo vale. Peor aún, ellos, el enemigo, la perversa derecha, los fachos más recalcitrantes, lo hacen a diario.

Falta no más que se diga que Manuel Rodríguez también engañaba a los realistas. Aunque, claro está, no se sabe si le pedía plata a los criollos argumentando alguna enfermedad terminal

Pero la política es algo demasiado serio como para que sujetos que no son capaces de medir el efecto de sus actos se expongan, por la razón que sea: política, económica, psiquiátrica, y debiliten una causa intachable.

¿Es necesario elaborar una mentira de esa envergadura para denunciar un orden moralmente reprochable?

Hace poco, como si no resultare suficiente, la LdP aparece falsificando miles de firmas para inscribir una candidatura presidencial salida de una misteriosa manga. ¿Será que la mentira impune produce acostumbramiento y tiende a instalarse como cultura cuando da réditos?

La sinvergüenzura de Rojas es propia de la inmoralidad de la derecha a la que se quiere reemplazar como rectora de una manera de ser en que la represión, la explotación y la mentira son categorías inseparables de su modo de actuar.

Rojas pone en riesgo un avance que ha costado muertes, mutilaciones, torturas, prisión y sufrimiento imposibles de mensurar.

La mentira es solo bien vista para los escritores. Debe ser el único caso en el que mentir no resulta una afrenta. Rojas debe irse a criar gallinas. A cualquier costo no es amor por la causa.



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