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NO MAS PINOCHETISMO

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    fcabieses
  • hace 20 horas
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Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

 

                Tratando de desentenderse de los problemas de fondo hay postulantes oficialistas a la Presidencia que están desplegando una campaña opaca, somera, engañosa y de espaldas a la realidad, en que toman distancia de la necesidad prioritaria del pueblo de poner fin cuanto antes a las secuelas de la dictadura que hasta hoy ensombrecen la vida nacional.

                35 años después del término de la época del terrorismo de Estado, genocidio incluido, la herencia pinochetista plagada de violaciones de los derechos humanos, abusos, atropellos, corrupción y desigualdades, está todavía presente en la sociedad chilena obstruyendo el bienestar y el desarrollo de las mayorías.

                Transcurrido un cuarto del siglo 21 el pinochetismo controla el país a través de la Constitución militar de 1980, el modelo neoliberal depredador, las AFP, las Isapres, el mercado desregulado que anula el papel rector del Estado, las empresas transnacionales y la concentración económica de una minoría, todo ello en medio de una persistente desinformación.

                Todos estos son bochornosos emblemas del tiempo negro de la historia de Chile que permanecen en pie por la acción directa de los dueños del dinero, pese a que constituyen un agravio para los sectores mayoritarios que no disponen de bienes ni recursos.

                La dictadura del dinero – que condenaba el papa Francisco – se impone sin contrapeso, ocasionando pobreza, malestar, depresión y manifestaciones de disgusto. Hace largos años que los problemas ciudadanos dejaron de ser atendidos, y la reacción más lógica fue el estallido social de 2019 cuyas demandas fueron abortadas por la casta política conservadora que se parapetó tras la violenta represión de carabineros.

                 Desde la tiranía militar hasta ahora los chilenos ingresaron a un mundo de privatizaciones en que pareciera que transitan por una vida al revés. La solidaridad se convirtió en avaricia, el trabajo informal en un asunto natural, las necesidades sociales en mercancías menores y cientos de miles de adolescentes y jóvenes en una generación castigada por la deserción escolar, olvidada e invisibilizada.

                A raíz de ello el pueblo, la calle y la clase trabajadora carecen de oportunidades para todo. Solo encuentran la puerta abierta para entrar al ámbito de la pobreza, la cesantía y el endeudamiento, lo que les deja a un paso de la delincuencia y el narcotráfico que califican como un subproducto del modelo de desigualdades.

                Resulta inexplicable que los candidatos oficialistas a La Moneda  no se pronuncien sobre las desgracias legadas por el tirano y la necesidad de ponerles términos.  Tras la dictadura no solo quedó la impunidad para múltiples delitos de violación de los derechos humanos, sino también un sistema socioeconómico que favorece a los mas pudientes en desmedro de una inmensa legión de hombres y mujeres que no disponen de otros bienes y patrimonios que su propio esfuerzo y su esperanza por días mejores.           

                No se entiende tampoco que esos candidatos no recorran el país dando a conocer sus programas gubernamentales en que figure como prioridad la convocatoria a una Asamblea Constituyente para instalar una nueva Constitución Política. Chile es el único país en el mundo regido por una Constitución que proviene de una dictadura, la que no tuvo inconvenientes para exterminar o hacer desaparecer a miles de compatriotas.

                En los últimos años Chile ha vivido dos procesos constitucionales que terminaron en un fracaso. Hay que dejar en claro que esos fracasos se debieron al estado de desinformación en que se encuentra la población, pese a que la información oportuna y correcta es un derecho ciudadano. Ello se debe a que los medios de comunicación controlado por las clases patronales están en todo el territorio nacional encabezados por las cadenas de diarios mercuriales.

                Es hora de que los postulantes oficialistas tomen nota de las demandas de los movimientos sociales cansados de gobiernos que carecen de coraje para llevar a cabo procesos transformadores y cambios fundamentales apoyándose en el pueblo y sus organizaciones. Lo contrario es seguir vegetando, marcando el paso y prolongando políticas contradictorias que no pasan de ser más de lo mismo.

                Las ruindades acumuladas durante 17 años contra las clases populares hay que exterminarlas a la brevedad, porque nadie – salvo los superricos – las quisiera repetir, prolongar o darles continuidad. Más que un nuevo presidente, el país necesita otra Constitución, otro modelo económico democrático, otra institucionalidad y un Estado que ponga al mercado en un lugar secundario.

                Todo ello debe estar en el programa de los aspirantes a la presidencia que se aprontan a las primarias del último domingo de junio. Por ahora solo se sabe de los postulantes de la extrema derecha que quieren mantener vigentes las consecuencias de los dictámenes del capitán general, lo peor que le ha pasado al pueblo chileno en toda su historia.

                Una señora que es la decana de quienes aspiran llegar a La Moneda y que forma parte de la familia castrense, ha declarado que el golpe militar del 73 era inevitable y que los que murieron defendiendo la democracia están bien muertos… Han pasado los días y – quizás por desidia o por pereza – no ha tenido una respuesta adecuada.

                El pueblo sin duda se entusiasmaría si los candidatos del progresismo cambian su conciliador programa socialdemócrata por una agenda destinada a enfrentar, doblegar y poner término de una vez a las nocivas secuelas del pinochetismo pernicioso y malintencionado con los pobres, clara y definitivamente.

 

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso



 
 
 

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