QUIEN SE ARREPIENTE ¿SE SALVA?
- fcabieses
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Autor: RICARDO CANDIA CARES
Se celebra la multifacética configuración de la alianza que alienta a la candidata Jeannette Jara. Se habla de la unidad más amplia conseguida detrás de una candidatura en lo que va de esta infinita transición que más parece restauración. Pero lo que sería una virtud, mientras más y diversa gente apoye a la candidata cuánto mejor, va camino a ser uno de los principales escollos que nos hará, de nuevo, dar una vuelta en redondo, pero esta vez para quedar mucho más atrás. Ha sido la impronta de las propuestas progresistas, concepto que nadie sabe con exactitud como se define en los hechos: creer que el pegoteo mecánico de intereses personales y ambiciones partidistas se pueden asimilar a una generosa amplitud entre diferentes, dispuestos, disciplinados y generosos, detrás de un proyecto. Pero no. Al tratarse en muchos casos de intereses antagónicos vinculados solo por la necesidad de ocupar un escaño de poco trabajo y buen sueldo, las ideas, proyectos y programas, de existir, son solo para volver a engrupir a un gilerío que se debate entre la nada y la cosa ninguna. Es una de las improntas del gobierno aguachento del presidente Gabriel Boric: de legado trascendente, nada. De una mítica, nada. De una mística, nada. Para decirlo en breve, y repetirlo hasta lo majadero, las elecciones son el dispositivo para el reseteo de un sistema podrido hasta la madre, instancia en la que, doble contra sencillo, aumentará el rasquerío político, intelectual y moral de nuestro orden institucional. Veamos una sola perla: no por haber aceptado incluirse en el apoyo a la señora Jeannette Jara, la Democracia Cristiana dejará de ser profunda, comprometida, definitiva y peligrosamente anticomunista. ¿Qué puede tener en común la DC con el Partido Comunista que por muy veleta que haya sido su cometido en el último ciclo, no deja de ser un partido profunda, comprometida y definitivamente disponible para aceptar y respetar el juego democrático? Agreguemos: por muy discutible y rasca que sea esta democracia. Los primeros sobresaltos en el camino artificial que se intenta vender como producto de la más amplia coalición y su virtud acogedora y plural, los ha dejado de manifiesto la candidata Jeannette Jara: ha debido decir que no dijo lo que dijo para no incomodar al beaterío mojigato que tiene por el aborto una concepción anclada en una moral que no distingue creencias con salud pública y derechos. Y que ni siquiera respeta llegado el caso de la urgencia. Del mismo modo, ha debido desdecirse respecto de su postura frente a un hecho histórico muy anclado en los principios e historia del Partido Comunista y el pueblo: la nacionalización del cobre. Pareciera que ambas propuestas fueran pecados de tal envergadura, que solo queda pedir perdón y hacer penitencia para no molestar esos intereses económicos y celestiales. Así, a pesar de que es archisabido que los programas de gobierno no valen el papel en el que están impresos, el deporte de desdecirse o simplemente olvidar lo que se dijo, o, como en el caso extremo del presidente Gabriel Boric, darse vuelta la chaqueta sin pudor ni miedo al qué dirán, es una práctica que no admite ni siquiera una sanción social. Incluso histórica, como lo demuestra otro Gabriel que bien bailaba, González Videla, que hasta hace poco el PC llamaba como El Traidor, a ese mismo que el pueblo llamaba Gabriel, según Neruda. Notable alcance onomástico. ¿Hará en su eventual gobierno lo que dijo que haría la compañera Jara? Según lo que se ve, la oferta es cada vez más exigua y propia del neoliberalismo que se dice combatir, así que no sería difícil. Pero, a la luz de lo visto y oído, nunca se sabe. No omitamos el hecho de que la compañera Jara le ha dado con el mocho del hacha a su camarada Daniel Jadue, a quien no va a apoyar y al que mandó a dedicarse a defenderse en el juicio en su contra. Solo para congraciarse con quienes quieren ver al exalcalde fuera del ruedo. Antes, por mucho menos, te expulsaban del partido. Resulta lícito preguntarse cuáles van a ser sus siguientes arrepentimientos una vez que, en el caso de ganar la elección, asuma como presidenta. Pocas cosas son tan peligrosas para alguien de izquierda, como tenerle miedo al qué dirán de la derecha: como sabemos, el fascismo huele el miedo en sus enemigos y no trepidarán en lanzarse al cuello de los tembleques y medrosos. El caso es que, confundir la unidad con la rendición incondicional por la necesidad de asegurar los votos de Pedro, Juan y Diego, así sea de partidos en franca decadencia moral y extinción física, o producto de un pegoteo sin ideas, pero con ambiciones, sin ética, pero con olfato, implicará que un eventual gobierno de Jeannette Jara será un enjambre de intereses que perderá de vista el ya difuminado programa de gobierno. Peor que lo actual. Bastará que alguno se sienta discriminado en la repartición de ministerios para que amenace con desligarse de la coalición. A pesar de que siempre hay jugosos premios de consuelo en el abigarrado sistema estatal y sus conexiones. Se insiste hace tiempo en la necesidad de una reforma al sistema político. Dicho con las palabras correctas, se advierten en el horizonte nubarrones que harán recordar aquel estéril sábado de octubre cuando todo el mundo político insistía en que la cosa, de no arreglarse, iban para mal. Y así fue. Pero para el otro lado. Por eso mucho se arrepienten hasta del perro Matapacos. La salvación exige sacrificios.

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