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TREN DE ARAGUA: CONSTRUYENDO AL ENEMIGO

Autor: RICARDO CANDIA CARES

Luego de describir con precisión las tácticas y armas que los mapuche usaron contra las huestes españolas, Alonso de Ercilla, adelantándose a la televisión actual, enaltece a esos fieros enemigos.

Son de gestos robustos, desbarbados, Bien formados los cuerpos y crecidos.

Espaldas grandes, pechos levantados, Recios miembros, de niervos bien fornidos;

Ágiles, desenvueltos, alentados, Animosos, valientes, atrevidos,

Duros en el trabajo, y sufridores De fríos mortales, hambres y calores”.

De refilón, esa es la idea, enaltece las capacidades y valentía de los tercios incapaces de derrotar a un pueblo que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida. Muy mal hablaría de la gestión invasora de haber sido unos pacíficos habitantes naturales que solo defendían sus tierras y familias con lo que tuvieron a mano.

Algo parecido pasa con el uso y abuso del fantasmal Tren de Aragua que las policías, los ficales, los jueces, políticos y el gobierno, relevan. Se trata de encubrir las falencias estructurales de un Estado debilitado al límite en su cometido para controlar la emergencia de un tipo de delincuencia que llegó con la migración que el expresidente Piñera tuvo a bien invitar al país.

Vea el caso del fiscal Barros:

Luego de la caída del asesino de un exoficial venezolano, este fiscal da a conocer un hecho que sustenta su tesis de que ese crimen tiene un origen político: es diferente a todos los demás que se han adjudicado al omnipresente y todopoderoso Tren de Aragua.

Criminalistas, policías profesionales y abogados serios, se estarán riendo del despropósito del fiscal con ganas de ascender. Tal suposición, endeble y poco sería, contradice, debilita y traba el método científico necesario para investigar un crimen. Jamás podrá probar semejante estupidez.

El caso es que, cualquier delincuente avezado, que cometa delitos poco conocidos en el país, y que haya venido con la migración colombiana y venezolana, se le encasilla en esta especie de Internacional del crimen.

¿Existe el Ten de Aragua?

La delincuencia ha ido cambiando sus métodos y objetivos. Sus personajes ya no son como hasta hace unos veinte años, cuando el choro, el ladrón, evitaba por todos los medios matar a sus víctimas o a sus pares.

Cuando se llegaba a las manos, a los cuchillos o a las pistolas, todo se terminaban cuando uno de ellos era “picado” por una punta o “barrido” en una pierna por un tiro. Se habla en tonos míticos de ciertas costumbres del hampa: no robar en el medio, en el barrio, en la misma celda. Sobre todo, “no echar a perder la calle”, es decir, no propiciar la acción policial para que robar sea sin mayores peligros. No dar jugo, se decía.

El caso es que con la irrupción de no se sabe cuántas decenas de miles de migrados venezolanos y colombianos, luego de la histórica irresponsabilidad de Sebastián Piñera, irrumpió en Chile un tipo de delincuencia para la que ni las instituciones ni la misma delincuencia local estaba preparada. Ni mucho menos los haraganes del sistema político.

Peor aún, en circunstancias en que las policías y el sistema judicial, se han venido debilitando por los innumerables casos de corrupción al interior de esas instituciones. No hay semana sin que se sepa de uniformados en delitos relacionados con el narcotráfico.

¿También reclutados por el Tren de Aragua?

Entonces hace falta un enemigo monumental y de alcance internacional para justificar las falencias estructurales y debilidad institucional debida a la corrupción que corroe y debilita al sistema. Y es ahí en donde entra al juego el Tren de Aragua, definido como una organización criminal dedicada a numerosos tipos de delitos de alta connotación, cuyos brazos operativos superan fronteras, legislaciones y policías, cuya organización es capaz de burlar a todas las agencias de inteligencia, dese USA hasta Chile.

¿Recuerda los diez mil guerrilleros que justificaron la brutalidad ejercida durante el Golpe de Estado de 1973?

Resulta increíble la capacidad operativa de los delincuentes que, según la autoridad, militan en el Tren de Aragua. Y, de manera simultánea, risible las estupideces que cometen al momento delinquir y/o al momento de huir. Algo no calza.

Más bien el Tren de Aragua es una buena excusa para explicar el aumento de cierto tipo de delitos poco comunes en el país, y de la no tan eficiente labor de las instituciones relacionadas con la persecución delictual.

En un ensayo titulado Construir al enemigo, Umberto Eco dice: “Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”.

Es el empeño de los fiscales, las policías, el gobierno, los políticos, y sobre todo, de los omnívoros medios de comunicación, cuyos ejecutivos habrán leído a Ercilla y a Eco en la universidad.

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