Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO
Mientras después de las elecciones regionales y comunales hay algunos que todavía celebran, otros tratan de disimular su derrota, muchos perdedores dicen que salieron “fortalecidos” y las mayorías desconfían de todos ellos, no puede pasar inadvertida una iniciativa popular que en caso de mantenerse alejada de los partidos decadentes y de la casta política desprestigiada estará en condiciones de avanzar hacia objetivos concretos.
Los asomos de unidad de las organizaciones de la clase trabajadora para salir al paso del modelo neoliberal que se mantiene intocable desde que fuera legado por la dictadura de modo de comenzar a mejorar sustancialmente sus condiciones de vida aparece como lo más significativo del mes de octubre recién pasado, el que estuvo marcado por resaltantes acontecimientos.
Se trata del primer esfuerzo serio de este sector en mucho tiempo, cuando el país atraviesa por una profunda crisis laboral – entre otras – y en momentos en que se han conmemorado 5 años del estallido social que fue una formidable protesta callejera que hizo temblar a los poderosos pero que no ha logrado progresos en razón de la desidia de políticos acostumbrados al sistema conservador que únicamente favorece a los dueños del dinero.
A Chile le hace falta la unidad de la clase trabajadora, y por eso era hora de una reacción de su parte y sus organizaciones sindicales contra los abusos y las desigualdades que se instalaron impunemente y que ganan terreno ante la pasividad de La Moneda y de los inoperantes partidos políticos que no atinan frente a las sucesivas angustias que aquejan a la sociedad chilena.
Pese a que constituyen el motor de la economía, los trabajadores se encuentran sumidos en un modelo de inequidades. Viven en la inestabilidad, ganan poco, enfrentan una descontrolada inflación que deriva en endeudamiento y no tienen participación en nada. Son como el pariente pobre de una sociedad que no les otorga reconocimiento alguno, pero que ahora tiene la oportunidad de alzar la voz y expresarse en esta época de despidos y falta de oportunidades. Los sindicatos no hacen noticia de ningún tipo.
En octubre pasado se cumplió el quinto aniversario del estallido social, que fue una multitudinaria protesta de los pobres, marginados, cesantes, sin casa, ambulantes, defraudados, etc., fecha que fue recordada por un centenar de eventos populares a nivel nacional. Ello coincidió con la formalización de tres generales pinochetistas del alto mando de Carabineros (Yáñez, Rozas y Olate) responsables de la feroz represión ejercida contra la primera línea y gente modesta que se manifestaba, con un saldo de innumerables víctimas en 2019.
Asimismo renunció el subsecretario del Interior, Monsalve, autor de una irresponsabilidad personal e individual que ameritaba su inmediata salida de la administración pública. Sin embargo, no era necesario que saliera el propio presidente de la República ni nadie del gobierno a dar explicaciones, ni prolongar ese bochorno ni pensar en cambios del gabinete, ni nada de eso.
También se constató que la legitimidad del poder judicial se encuentra en un estado de evidente deterioro, tras la destitución de dos ministros de la Corte Suprema. Finalmente durante dos días se efectuaron elecciones en las que como suele ocurrir todos ganaron. Participó mucha gente, pero fueron cientos de miles los electores que votaron en blanco o nulo y los que se excusaron para no concurrir a los locales de votación.
Octubre fue noticioso de principio a fin. El último día hábil de ese mes la justicia determinó la culpabilidad de un ex general director de Carabineros, Eduardo Gordon, por la millonaria malversación de caudales públicos durante su periodo, 2010-2011, junto a una ex funcionaria. Son los últimos “mártires” de esa institución, cuya refundación está pendiente.
Para las mayorías, no obstante, lo primordial tuvo lugar en la sede de la Confusam a donde concurrieron con ánimo la CUT y la ANEF, trabajadores de la salud y la educación y diversos otros gremios. Se contó además con la participación de la Confech, confederación estudiantil en permanente movilización por la educación pública y el financiamiento adecuado de la educación superior.
En el punto de partida de esta nueva fuerza que irrumpe con grandes expectativas quedó constituida la “Unidad de movimientos y organizaciones sociales”, que tiene una dura tarea por delante. Sus proyecciones son amplias en momentos en que nadie puede permanecer de brazos cruzados limitándose a observar a la distancia los antivalores y calamidades con que el modelo antipopular somete a la población.
Desde esta fuerza laboral que aparece se afirma con convicción que “hoy estamos reconstruyendo el sentido social, porque mientras la gente tenga la necesidad de mejorar su vida siempre va a estar presente la necesidad de organizarse. No creemos en otra cosa”.
Se agrega que “creemos en la organización y en la autogestión. Si las políticas públicas llegan muy tarde, no habrá solución”, en un contexto en que los sindicatos, agrupaciones laborales, federaciones y confederaciones al actuar de manera inorgánica no han podido avanzar ante un modelo socioeconómico que no quiere ver ni escuchar a quienes no poseen grandes recursos económicos.
No faltan los que bajan los brazos al constatar la frialdad y el desinterés de las elites políticas y empresariales para atender los factores que ocasionan el actual estado de crisis generalizada que afecta al país. Hoy la clase trabajadora está dando una señal unitaria para intensificar la lucha contra aquellos que pretenden que al paso del tiempo todo siga igual.
Luego del reciente acto electoral el presidente Boric habló en La Moneda y dijo que “durante estos días se van a decir muchas cosas y va a haber muchas interpretaciones sobre quién ganó”. Es cierto, pero lo más importante es que alguna vez en Chile ganen los trabajadores y sus familias, por mucho tiempo víctimas de la exclusión y olvido y que han debido sufrir largos años de sumisión, explotación y abandono.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
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